Belén Suárez Prieto es vecina ovetense y activista social además de impulsora de una candidatura unitaria y progresista para las elecciones municipales al Ayuntamiento de Uviéu en mayo de 2023

Podríamos hablar de la Ronda Norte, desde luego, y de los problemas de tráfico que padece la parte noroeste de la ciudad. De las alternativas propuestas, más sostenibles medioambiental y económicamente y por las que hay que decidirse, desechando la gran agresión al monte Naranco, nuestra mountain mama, porque nos gusta escuchar a John Denver. Debemos hablar de la necesidad ambiental y ya urgente de reducir el tráfico de vehículos privados, de fomentar el transporte público y el tránsito en bicicleta.

Podríamos hablar del protocolo de La Vega, firmado por el Ayuntamiento de Oviedo, el Gobierno del Principado y el Ministerio de Defensa, que no nos gusta nada, porque no nos gusta que se rompa la unidad de lo que fue fábrica de armas en la ciudad; antes, monasterio de monjas desamortizadas; antes, probable conjunto palatino de Alfonso II. Esa unidad que seguiría hasta nuestra preciosa joya, nuestra pequeña iglesia, tan bonita: Santuyano. Hablaremos el próximo día 5 de noviembre, en la manifestación convocada por la Plataforma Salvemos La Vega, para decir que queremos una salida para esos terrenos que sea cuidadosísima con el patrimonio histórico que allí hay y con el que queda por descubrir, cuando se hagan las obligadas excavaciones; respetuosísima con el patrimonio industrial, que es memoria de la clase obrera; imaginativa con los edificios que se conservan, para, después de la oportuna rehabilitación, darles usos que reviertan en el barrio que habitan y en la ciudad entera y en el concejo todo, también en Asturias, por qué no, porque lo que ocurra en La Vega trasciende a Oviedo. Y no nos gusta nada la idea de que se construya una torre de veinticinco pisos, que rompería la fisonomía de esa entrada a la ciudad, que no responde a las necesidades de vivienda, que sí responde a un modelo estético y urbanístico caduco y arriesgadísimo, en este tiempo de tanta incertidumbre económica y de tanta crisis, de energía y de materiales.

Podríamos hablar de las fiestas de San Mateo y de cómo el actual gobierno municipal fulminó los chiringuitos que definían nuestras fiestas y los sustituyó por casetas uniformes, que se sacan igual para un mercadillo navideño que para una feria del libro que para tomar copas. Y puso los conciertos de pago, caro, con casi total ausencia de la escena local, y en un recinto alejado del lugar ya casi natural desde el que debe partir la fiesta, alejado del Oviedo Antiguo. Y se fue improvisando algún concierto con bandas de aquí, gratuito, pero sin las mejores condiciones para tocar, con poca difusión y sin obedecer a una programación sólida.

Podríamos hablar de la venta de la Fábrica de Gas, que vive enfrente de lo que nos queda de la muralla de la ciudad, extramuros, con la sacavera como vecina curiosa, la venta a una empresa extranjera, y de la gran oportunidad perdida de que ese patrimonio pasara a nuestras manos, a las manos municipales, que son las manos de cada vecino y de cada vecina.

Sé que la buena gestión de todo esto de lo que podríamos hablar revertiría en el bienestar del vecindario que habita este lugar del mundo desde el que les hablo, que es Oviedo, que no es solo la ciudad, que es un concejo donde hay pueblos grandes, aldeas y hogares diseminados; hay industria y ganadería, ríos y montañas; hay patrimonio histórico, patrimonio cultural, patrimonio industrial, patrimonio natural. Todo ello debemos conocerlo, conocerlo bien para mimarlo.

Pero déjenme hablar de tanto por hacer y que debe estar también en la primera página del noticiero. Y que no todo debe hacerlo la Administración local, pues no todo es de su competencia, pero el poder local sí debe incidir en todo, exigiendo a las otras Administraciones, dialogando con ellas, mediando, puesto que el poder local goza de un inmenso privilegio: ser la Administración más cercana a la administrada, al administrado, y esto, como digo, es un privilegio inmenso, una altísima y doméstica forma de hacer política desde la institución.

Y este privilegio entiendo que debe ejercerse con rigor, con cuidado de los recursos públicos y con mucha cercanía de quienes habitan el lugar que se administra.

Cuidando muy bien los colegios y los institutos, que estén bien pintados; que haya patios en los que se pueda jugar, aunque llueva. Que haya parques con columpios en buen estado para nuestras criaturas y polideportivos y pistas para correr. Y caminos para andar con bancos de vez en cuando, para que las personas mayores puedan sentarse si se cansan. O si se cansa quien tenga una pierna escayolada. Y haya mesas y bancos de madera para poder hacer una merienda a las afueras. Que haya parques con sombras de los árboles y algún pequeño estanque.

Que haya ayudas para las comunidades de vecinos y de vecinas donde sea necesario un ascensor y se pueda poner y no se pueda pagar y para arreglar las fachadas con desconchones. Y para arreglar las humedades de las viviendas y mucha ayuda para vivienda, allí donde no llegue la vivienda de promoción y de protección públicas. Conozco criaturas que no dejan de toser porque viven en casas pobres, donde las ventanas cierran mal, y tosen todo el rato.

Becas escolares generosas. Unidades de trabajo social reforzadas. Una buena mediación social cuando haya problemas de convivencia, con la ayuda del tercer sector.

Que no haya la sospecha del pobre, una administración que no sospeche de su administrado pobre, de su administrada pobre.

Que quien se vea en situación de pobreza sobrevenida no sienta que el sistema le da la espalda. Los caminos de la vulnerabilidad son intrincados, hay que conocerlos y franquearlos.

Que haya menos locales comerciales cerrados porque hagamos lo que podamos hacer desde el poder local para que en ellos se instalen pequeños negocios, despachos, gabinetes, asesorías, bufetes, estudios…

Que se facilite desde la Administración más cercana, esa Administración privilegiada, la música en directo en los bares, fuente de trabajo, pequeña industria cultural, actividad que proporciona conocimiento, ocio ordenado y felicidad.

Que haya, al fin y de nuevo, una sala de exposiciones local. Que los barrios y los pueblos vengan a los grandes centros culturales del centro y que la programación cultural vaya a los barrios y a los pueblos.

Que haya espectáculos de marionetas y que las infraestructuras municipales den buen servicio al sector cultural local y que veamos muchos recitales de poesía.

Tenemos que devolver a nuestras bibliotecas públicas un lugar de honor como agentes culturales de primer orden, con buena dotación de personal, horarios amplios, buenos espacios donde leer, donde recibir atención bibliográfica, donde presentar libros y donde escuchar cuentos, donde viajar a un lugar de La Mancha, a Pilares o a Manderley.

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