Iris Díaz es Maestra de Primaria y escritora
En la base del cansancio y el enfado de la comunidad docente asturiana, que mañana 27 de mayo secundaremos masivamente la primera jornada de huelga educativa, hay, en mi opinión, dos decisiones abusivas por parte de la administración: la primera es confundir la labor educativa con la atención o el cuidado, actuando en consecuencia desde hace más de diez años; y la segunda, la falta de inversión en las etapas educativas que deberían ser los cimientos del propio sistema.
Desarrollo, desde la perspectiva de la maestra «de a pie» y con la brevedad que nos marca la inminente convocatoria, cada uno de estos dos puntos.
Si buscamos en un banco de imágenes la figura de un docente, inmediatamente aparecerán fotografías que muestran a mujeres y hombres sonrientes, casi siempre frente a una clase magistral, dirigida a un grupo reducido de niños con las manos entusiasmadamente levantadas.
La realidad de nuestra profesión, en la mayoría de los casos, no responde a este modelo idealizado. Tenemos clases con niños y niñas maravillosos (todos lo son), con necesidades cada vez más diversas y complejas, en ocasiones con actitudes disruptivas que requieren un sobreesfuerzo en la gestión del aula, y muchas veces, demasiadas, con un número total de alumnos (lo que llamamos «ratio») que la administración permite y supera ampliamente lo razonable para brindar la atención individualizada que merece cada uno.
Mientras damos clase, en lo que llamamos «docencia directa», es verdaderamente complicado hacer algo más que malabarismos para mantener la atención y pasearse de mesa en mesa dedicando al menos unos segundos a cada una de las personitas que tenemos a nuestro cargo.
Y precisamente así es como nos quieren: con horarios sobrecargados hasta el extremo con docencia directa, horarios que debe aprobar una administración que no permite llenar los «huecos» con labores fundamentales para la tarea educativa como la coordinación entre docentes del mismo grupo o nivel, la atención a las familias, la función tutorial, la preparación de clases, las reuniones con los equipos (mermados) de orientación de los centros, los programas de innovación educativa de los que tanto presumen… ¿sigo?
Un docente de Infantil o Primaria puede plantear, inocentemente, preparar una sesión en los laboratorios en desuso de los centros, con material comprado de su propio bolsillo, y verse obligado a cancelar semana tras semana debido a horarios saturados por una docencia directa volcada hacia los «imprevistos», como la ausencia de un compañero que no se cubre convenientemente o la aparición de problemas de convivencia que requieren atención inmediata. ¿Dónde queda aquí relegado lo educativo, señores de la Consejería? Parece que les importa muy poco mientras el alumnado esté atendido.
Las personas que llevamos años trabajando en este sistema sabemos que somos pequeñas piezas de una maquinaria centrada en la atención, no en la educación, a la que cada curso se le da una nueva vuelta. El aumento unilateral de nuestra jornada laboral en los meses de junio y septiembre (treinta horas más, cómo no, de docencia directa) no nos enfada por permanecer una hora más en unas escuelas en las que ya estábamos en ese horario, ni por el reconocimiento de una demanda histórica (de conciliación) de las familias, que puede parecernos justa y pertinente. Es la gota que colma el vaso porque demuestra —y las últimas declaraciones de Lydia Espina van directa y descaradamente en esa dirección— que no nos quieren como los profesionales educativos que somos, sino como los cuidadores a coste cero en los que pretenden convertirnos.
Si el gobierno asturiano quiere hacer grandes anuncios que resuenen en los medios de comunicación y le permitan coger la bandera de pioneros, como la gratuidad del primer año de Universidad o la creación de la red pública de escuelas de 0 a 3 años, que lo haga, por supuesto, pero sin desatender las etapas que constituyen los pilares fundamentales de un sistema educativo sano y de calidad. ¡Ya basta!, ¡ya está bien!
Las maestras y maestros, junto a unas familias menos manipulables de lo que pensaban, con el apoyo total de unos equipos directivos hartos de ser la primera línea de fuego de un claustro tensionado (¿nos extraña que en Asturias no se cubra ni el 50% de los puestos de dirección?) y con la solidaridad de los compañeros y compañeras de otras etapas educativas, secundaremos mañana masivamente la primera jornada de una huelga convocada por las organizaciones sindicales (qué rápido se quitaron la careta las asociaciones del «haz las fotocopias torcidas, que eso es lo que les duele»).
Finalmente, no fui breve y quedaron cosas por decir. Esto es algo serio. Nos vemos en las calles.
 
