María José Capellín es presidenta del Forum de Política Feminista de Asturias

La cita anual que desde hace más de cien años mantiene el movimiento feminista como símbolo de las muchas cuestiones que aún quedan por resolver en la conquista de la igualdad entre hombres y mujeres, tiene este año características muy especiales. La cita anterior, aunque no tan masiva como las previas, continuaba mostrando que la conciencia de la situación de las mujeres y sus derechos había calado muy profundamente.

Desafortunadamente la convocatoria coincidió con el estallido de una pandemia, como no se había conocido en un siglo, y fue acusada por sectores de la derecha como máxima responsable de los contagios de la primera oleada, usándola para atacar al recién estrenado gobierno de coalición, ya que los dos partidos que lo conforman se declaran ambos feministas. Una excusa cómoda tanto más que a la extrema derecha, muy reforzada, cualquier argumento que deslegitimara al feminismo le venía bien.

A la par del éxito de los últimos años, el movimiento feminista se encuentra amenazado por conflictos, enfrentamientos internos, con un grado de virulencia que no se recuerda, en una corriente de pensamiento y acción, por definición, plural.

Comencemos por lo menos significativo: la decisión de mantener o no la convocatoria de manifestación pública tradicional del 8 de marzo. Algunas de nosotras tomamos de inmediato la opción que nos parecía más evidente, este año nos quedamos en casa. Las redes, el apoyo de los medios y muchas otras maneras nos permiten visibilizar este día y sus reivindicaciones no solo evitando los contactos, y por ende el riesgo del contagio, sino mostrando nuestro apoyo a esta medida -la reducción de contactos- la única eficiente que evita la extensión de la pandemia.

Por su parte, otros sectores del movimiento fueron partidarios en un primer momento de convocar manifestación, que por la presión social u otras razones, trasformaron en concentraciones en las que “se mantendrían todos los criterios de distancia, etc.. para garantizar la seguridad”.

La cuestión quedaría aquí, pero hemos tratado de entender la razón de dicha convocatoria. Si las organizadoras de los eventos (porque se han dividido) creyeran que se iban a seguir masivamente, sabrían que ninguna medida de seguridad sería posible. Creemos sinceramente, que no esperan tal afluencia masiva. Por tanto, el objetivo de la acción sería más bien simbólico o quizá autorreferencial, un mensaje entre colectivos feministas.

¿Cuál sería el mensaje? Algunas ya lo han explicitado: convocan a un “requiem por el feminismo español”; otras subrayan un “nosotras” estamos en las calles. En general son ejercicios de autoafirmación simbólica y quizá de patrimonialización de los símbolos. Una preocupante tendencia cada vez más extendida.

El deseo de diferenciarse tiene que ver también con el grado de enfrentamiento al que se ha llegado en torno a varios problemas que han ocupado completamente la agenda feminista. Desde muchos ámbitos se perciben dichos conflictos como la lucha por la hegemonía en el movimiento de los dos partidos políticos de la izquierda que comparten el gobierno. Aunque creemos que esto influye, lo mismo que lo hace esa forma de comunicación que se ha impuesto, desde los medios y las redes, de buscar la confrontación, hay problemas reales detrás.

El caso es que el feminismo surge de un hacer contrario, por definición es un movimiento muy trasversal, puesto que trataba de dar respuesta a la injusta opresión de las mujeres de variada condición, clase, edad, raza o situación social. Así que las alianzas fueron esenciales en su desarrollo, entre mujeres y con aquellos varones que históricamente (afortunadamente cada vez más), gracias precisamente al feminismo, apoyaban una sociedad más justa y más igualitaria.

Aunque el feminismo de los setenta al poner en cuestión el orden establecido se opone al pensamiento conservador, y porque la misma idea de la igualdad lo ligaba indefectiblemente a la izquierda, no podemos olvidar que el sufragismo cubrió un arco más amplio y que el pensamiento liberal incorpora el feminismo con naturalidad. Por tanto, hay una primera quiebra latente que no ha impedido un amplísimo acuerdo sobre una agenda común: derechos al voto, representación política, herencia, divorcio, aborto, acceso a puestos de trabajo, igualdad salarial, y un largo etcétera.

Hoy el feminismo aparece quebrado en torno a varios temas. Cómo abordar el problema de la prostitución, la cuestión de los vientres de alquiler, la formulación de la ley de libertad sexual y sobre todo la cuestión que se ha dado en llamar “ley trans”. Este último debate surge en el ámbito académico norteamericano y de ahí se extiende a todo el movimiento feminista internacional. La virulencia con que se aborda parece haber roto todos los puentes lo que impide encontrar acuerdos o incluso pactar los desacuerdos.

Nuestro grupo se identifica con una cultura pactista, dada a buscar consensos o terceras vías y políticas de reducción de daños. En estos tiempos parece difícil encontrarlos. En este momento propondríamos rehacer la agenda política y negociar prioridades que afecten a amplias mayorías. No negamos la necesidad, incluso urgente, de abordar los temas controvertidos, lo que proponemos es poner de manifiesto la agenda común.

El tema de cuidados ha aparecido en primer plano en el discurso de diferentes sectores del feminismo, su reivindicación cultural o la denuncia de que recaen casi únicamente en las mujeres como la pandemia ha evidenciado.

La tragedia de las residencias cuestiona de manera radical el sistema de protección a la dependencia de este país. Falla en la atención de las personas ancianas, de las dependientes. Y más allá de declaraciones genéricas no se hacen propuestas concretas: ¿Cuántos recursos se necesitan? ¿Cuánto empleo crearían? ¿Qué modelos de éxito se conocen? ¿Qué reforma fiscal sería necesaria para conseguir los recursos?

La infancia es otro de los temas que nos atañen. En cuatro décadas no conseguimos aumentar ni un sólo día la baja maternal, bastó una firma para igualar la baja paternal y darles cuatro meses a los varones para reponerse del parto y la lactancia. La ministra de igualdad parece haberse dado cuenta de que algo falla y ha declarado que la baja maternal debería extenderse a los 6 meses.  Países con la mayor tasa de empleo femenino como Suecia tienen 1 año de baja maternal. Todos los países europeos con mejores indicadores de empleo de las mujeres tienen también mejores coberturas de maternidad.

Las escuelas públicas infantiles de 0-3, que quisiéramos de 1 a 6, están muy lejos de cubrir la demanda, con criterios de admisión inaceptables como el de que las madres estén empleadas -dejando fuera a las que estén en economía sumergida, a las que buscan empleo, a las que estudian-, y sobre todo cuando mantienen un horario incompatible con la mayoría de los empleos de este país.

Por otra parte, la escuela infantil no es un recurso para la conciliación de las madres, es una necesidad para que las criaturas puedan superar las desigualdades de origen de sus familias y les permita un desarrollo completo de sus posibilidades.

Otra cuestión pendiente es precisamente esa atención de las criaturas fuera del horario escolar durante la jornada laboral parental. No hay en este país servicios públicos de guarderías, ludotecas, centros del tipo que sea, (aquí también se pueden estudiar modelos de éxito) que permitan el cuidado de las criaturas hasta los 12 años por lo menos. Dejemos de centrar la cuestión de la conciliación en el reparto de las tareas en el seno de la pareja, dejemos de tolerar que el problema lo resuelvan las abuelas/os o las inmigrantes y exijamos respuestas de la administración.

La brecha salarial es un tema que ha aparecido con fuerza, sobre todo impulsado desde las Secretarías de la Mujer de los sindicatos. Sin embargo, de nuevo queda en declaraciones del tipo de “combatiremos la brecha…”. La crisis laboral que está desencadenando la pandemia y la posible recesión que traiga consigo, sobre los efectos de la del 2008, está siendo devastadora. Dado que su impacto parece mayor en sectores de servicios donde el empleo está más feminizado va a ser el principal problema que tengamos las mujeres en el inmediato presente.

Desde los años 80 ha habido un ataque sostenido y exitoso a la capacidad de negociación colectiva de los trabajadores. La lucha contra la brecha salarial no puede pasar por alto este hecho, porque solamente en un marco de mejora de la concertación mejorará la situación de las trabajadoras. La brecha más importante está en el excesivo abanico salarial de este país, salarios muy bajos, peligrosamente en el límite de la pobreza, en los empleos de baja cualificación, donde se encuentran muchas mujeres, y los salarios más altos de Europa entre los ejecutivos, mayoritariamente varones.

Abordar el grave problema de la brecha salarial exige estudios rigurosos sobre las condiciones laborales, sobre su segmentación por género, sobre su precariedad, para ver donde ponemos el objetivo. No vaya a ser que dada la rapidez del deterioro del empleo entre los jóvenes nos encontremos que se elimina la brecha porque todos están en iguales, pésimas, condiciones.

La lucha contra la violencia hacia las mujeres es en donde más acuerdos ha habido y donde más hemos avanzado en cuanto a legislación, recursos y sobre todo conciencia de la importancia del problema en el seno de la sociedad. Somos conscientes que aún queda mucho camino por recorrer, muchos resabios machistas que combatir, y unas cuantas cosas en cuanto a procedimientos, atención, etc. que mejorar.

Uno de los problemas más relevantes de este país es el empobrecimiento de cada vez más amplias capas de la población el hecho de que la mayoría de las personas afectadas sean mujeres, interpela directamente al movimiento feminista. Es una prioridad para nosotras la exigencia de una política de garantía de rentas mínimas, que vaya más allá de las declaraciones y sea eficaz: revisión de las pensiones no contributivas, el incremento de las pensiones mínimas y de viudedad es imperativo para que el rostro de la pobreza no sea el de una mujer anciana.

Por otra parte, la brutal desregulación del mercado laboral y la existencia de un paro estructural imposible de abordar en un horizonte próximo, ensombrecido además por la crisis provocada por la Covid, exige esa garantía de rentas que demandamos, tanto más cuanto en casi todos los casos las mujeres se encuentran entre los más vulnerables.

Con esta agenda no pretendemos eludir las cuestiones que nos dividen, pero consideramos que acordarla, permitiría recuperar un clima de colaboración y trabajo conjunto que nos facilitaría abordar con más sosiego aquellas.

Somos conscientes de que ciertamente algunos de los temas: cómo entendemos el género, qué respuesta damos a la prostitución, hasta qué punto son o no adecuadas las actitudes punitivas, las reformas del código penal y tantas otras, suponen posiciones teóricas incompatibles entre sí. No hay acuerdo posible mientras nos situemos en ese plano.

Pero las políticas de reducción de daño, el abordaje y la solución de los problemas específicos que afectan a personas concretas son una realidad en la que es más fácil encontrarse y recuperar una unidad de acción que no nos podemos permitir perder.

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