Carlos Barrio es licenciado en Historia.

¿Se puede entender la Transición a través de un asesinato? Sí, a pesar de todo lo que nos han contado ese periodo fue violento, muy violento. No fue una época de nombres propios donde Juan Carlos I, Carrillo o Suárez aparcaron diferencias y se fundieron en un abrazo. Hubo huelgas, atentados, secuestros y asesinatos. Hace unos meses Carmen Calvo afirmó que “ la Transición transcurrió sin un solo roce de violencia, salvo ETA”. Falso, a los terroristas vascos hay que añadir grupos como el GRAPO, el MPAIAC o la extrema derecha fragmentada en numerosas siglas, por lo menos sobre el papel.

En 1978 nace el Frente de la Juventud, una violenta escisión de Fuerza Nueva con base en Madrid. En la nueva organización se encontraba un joven licenciado en Derecho llamado Juan Ignacio González. ¿Cómo y por qué surge el Frente de la Juventud? Para Mariano Sánchez Soler era una necesidad: “nacía, en cierto modo, para cubrir una necesidad objetiva de la extrema derecha, disponer del recurso a la violencia y de la suficiente capacidad operativa en la calle sin que se implicara la ultraderecha legal y se comprometieran las aspiraciones parlamentarias mismas de Blas Piñar”. Los cachorros pronto se dieron a conocer ya que varios de sus militantes aparecieron asociados al asesinato de Andrés García, un militante de las Juventudes Comunistas, y, sobre todo, en el asalto a la Facultad de Derecho en enero de 1979. Numerosos ultras se dieron un festín de sangre y violencia cuando arribaron al citado edificio con bates de béisbol y cadenas. También se vio en el asalto un sable reglamentario del Ejército y varias armas de fuego: un revólver Magnum 22, varias Parabellum del nueve largo… Hubo numerosos heridos, tres por disparo de arma de fuego. Los ultras se despidieron haciendo explosionar una pequeña bomba que causó daños materiales.

Poco tiempo después el Frente de la Juventud ganó un distinguido militante. Hablamos de Ernesto Milá. Procedía del Frente Nacional de la Juventud, unas siglas que, básicamente, eran las mismas que las del FJ; su principal diferencia era que la base de operaciones del FNJ se ubicaba en Barcelona. Historiadores como Xavier Casals o investigadores como Francisco Medina consideran plausibles o, por lo menos, interesantes unas declaraciones del ultra catalán. Pero primero tenemos que contextualizarlas. Viajemos en el tiempo hasta el otoño de 1980, hace cuarenta años. Ese año, en el que España había entrado en un bucle de violencia política extrema, el Frente de la Juventud se ubicó “en la  frontera del terrorismo y su violencia, a veces incontrolada, atrajo sobre él la represión policial y lo situó ante la disyuntiva de disolverse o integrarse en otra formación”. Es en ese momento cuando Milá afirma que “un militar de nombre y rasgo perfectamente identificado que decía estar en el entorno de Tejero (pero del que otros decían que trabajaba para el CESID…) contactó con un conocido responsable madrileño de la organización para formularle una sorprendente pregunta: ¿ Estaría dispuesto el Frente de la Juventud a entrar en el Congreso de los Diputados? Sabemos que Tejero compró seis autobuses de segunda mano y ropa de camuflaje. ¿Pudo existir una trama civil que intentase un asalto al Congreso? Si fue así, ¿por qué no se llevó a cabo y al final los que entraron fueron miembros de la Guardia Civil comandados por un hombre pistola en ristre? Un testimonio aportado por un funcionario del Congreso puede darnos una idea. Según sus palabras, uno de los guardias le dijo “que habían sido engañados” y que “les habían dicho que ETA había entrado en el Congreso”. Podemos rizar el rizo más todavía y sospechar que la trama original consistía en hacer creer a los guardias civiles que el hemiciclo había sido secuestrado por miembros de ETA, que en realidad eran militantes y simpatizantes del FJ haciéndose pasar por terroristas vascos. Puede que nunca sepamos lo que pasó realmente. Meses antes del golpe definitivo Juan Ignacio González fue asesinado en el portal su casa, en el ocaso del sangriento otoño de 1980. Las balas que acabaron con su vida salieron de una Parabellum del nueve largo. ¿Recordamos las armas de fuego que se utilizaron en el asalto a la Facultad de Derecho? No hubo testigos. Sánchez Soler propone una teoría inquietante. Según el periodista “González, infiltrado en el FRAP antes de pertenecer a Fuerza Nueva, había alcanzado demasiada autonomía y resultaba molesto para sus protectores en las Fuerzas de Seguridad del Estado”. Milá, por su parte, cree que el asesino  “se hallaría en la misma estructura responsable de haber ideado el 23-F”. Desconocemos quién puso fin a la vida del joven ultra y el motivo por el que fue ajusticiado. Con este artículo solo pretendemos mostrar el conjunto de enigmas que forman la Transición. No podemos despedirnos sin una frase del teniente general Andrés Cassinello. El que fue director de los servicios de información en ese periodo afirmó en una entrevista en 2008 que “algunas cosas es mejor que no se sepan nunca”.

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