Enrique Rodríguez Martín es el Jefe del Servicio de Promoción e Internacionalización de Ciudad del Ayuntamiento de Xixón

Las excepcionales circunstancias que han rodeado el año 2020 que ahora finaliza quedarán registradas en nuestra memoria, la pandemia del COVID 19 ha marcado un presente y también un futuro al que tenemos que hacer frente. A diferencia de la crisis de 2008 en la que la Unión Europea apostó por una austeridad cuyos resultados nefastos aun arrastramos, en esta ocasión ha virado a estrategias completamente diferentes. La presentación de la nueva Presidenta de la Comisión, Úrsula von der Layen, fue acompañada por el denominado Pacto Verde, lo que dejaba entrever un cambio de enfoque en las instancias europeas más próximo a la realidad, pero la llegada de la pandemia, unida a la necesidad de negociar un nuevo marco financiero para el período 2021-2027, expuso de manera evidente que la Unión Europea apostaba por unas recetas diferentes a las de la austeridad. Las difíciles negociaciones, tensadas por el denominado grupo de Estados frugales con los países Bajos a la cabeza, concluyeron, el pasado mes de julio, con un acuerdo en el que además del marco financiero para el 2021-2027 se aprobó un instrumento, el Next Generation EU, con un claro enfoque de recuperación de la crisis que arrastra a Europa fruto de la pandemia. Este acuerdo, el primeros tras el Brexit, ha sido renegociado en el Parlamento Europeo y en la actualidad está pendiente de su aprobación definitiva por el Consejo Europeo. En el momento de redactar estas líneas todavía no ha sido aprobado, pero de lo que no cabe duda, es el impacto que supondrá ese instrumento en nuestras sociedades. Es la primera vez en la historia de la Unión Europea se llegan a esas cantidades en un presupuesto que van a permitir una transformación radical de nuestra economía y por ende de nuestra sociedad y de nuestros entornos. En principio, las actuaciones derivadas del mismo deberían dirigirse a una realidad más cercana al medio ambiente, más próxima a los nuevos desarrollos tecnológicos y que éstos trabajen en nuestro beneficio, así como una sociedad que sepa adaptarse a nuevas realidades. Al día de hoy no se pueden descartar nuevas pandemias, hay quien apunta que la próxima será climática. Pues bien, Europa con el despliegue financiero que ha anunciado y que parece que está dispuesto a poner en marcha nos da una oportunidad de acometer esos desafíos a los que debemos hacer frente.

Como acabamos de apuntar, la Unión Europa ha modificado sus objetivos y estrategia y en coherencia con ellos ha puesto los medios. Ahora bien, son los Estados quienes deben estar a la altura de las circunstancias. España, como Estado impulsor de esta nueva arquitectura financiera, parece mostrar sus deseos de no repetir errores del pasado. En este sentido cabe apuntar que los porcentajes de absorción de fondos por parte de España en los últimos períodos han sido decepcionantes. En el caso del actual, 2014-2020, quedan aún tres años para su cierre y éstos pueden ayudar a mejora el escaso porcentaje del 33% a finales del año pasado. Al día de hoy el resultado es decepcionante. Entre otros factores, el Estado español no supo adaptarse a la nueva filosofía del período que descartaba, entre otros elementos, y, en especial para España, las grandes infraestructuras y se inclinaba por proyectos más pequeños, pero próximos a las empresas y a la ciudadanía de carácter tecnológico y verde. Un adelanto claro de las tendencias actuales.

Para hacer frente a esta situación el gobierno español ha lanzado un documento, como adelanto del Plan que enviará a la Comisión una vez aprobados definitivamente los presupuestos, Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, en el que muestra claramente los deseos del Gobierno para España en el marco del nuevo período que se avecina. En síntesis, el gobierno apuesta por una España verde, una España digital, y una España inclusiva, cohesionada e igualitaria. Nada especialmente original en sí, pero lo que si es destacable es que se formule abiertamente por el Gobierno, pues ayudará al resto de agentes políticos, económicos y sociales a posicionarse y a caminar en una misma dirección que nos haga cumplir los objetivos de recuperación y transformación planteados. Desde el momento del anuncio del Plan hasta la actualidad no hemos dejado de leer en los medios de comunicación el perfil de los proyectos que se estaban preparando para ser presentados con miras a captar la ansiada financiación europea, así como el impacto que se espera obtener en la economía española. De nuevo, la idea que se transmite es la oportunidad para el cambio, para la transformación de nuestra economía, de nuestra sociedad y con ello de España.

El que esto escribe sigue el proceso con enorme atención, aunque no siempre las fuentes sean accesibles y la información no llega con la misma fluidez a todos los ámbitos de actuación. Una vez más hay que subrayar el incorrecto funcionamiento de los mecanismos de gobernanza en nuestro país y cómo las ciudades no quedan bien paradas en este esquema. La nueva Carta de Leipzig subraya la necesidad de fortalecer los mecanismos de gobernanza multinivel y la cooperación entre todos los actores implicados es considerada fundamental para su consecución. La situación es realmente importante, pues, por un lado, los Ayuntamientos, que globalmente tienen sus finanzas saneadas, pueden contribuir a la absorción de los fondos europeos como un actor de primer nivel y con ello también al cumplimiento de los objetivos europeos. Además, esa Europa verde, esa Europa digital y esa Europa resiliente pasa por las ciudades, sin ellas no se conseguirá el ansiado objetivo. La reciente aprobación de la nueva Carta de Leipzig lo atestigua. Bien es cierto que hay grandes proyectos que pretenden incidir en nuestro modelo económico y que requieren de un aporte financiero extra, pero también es cierto que nuestras ciudades pueden acoger numerosos proyectos medioambientales, tecnológicos y que además impulsan territorios más cohesionados e incluyentes. Esta última vertiente no está siendo lo suficientemente destacada en las intervenciones públicas explicativas del nuevo marco europeo. Pensemos en ciudades de nuestro entorno, ¿nuestro modelo de movilidad sostenible está plenamente ajusta a la realidad presente y futura? ¿Tienen nuestras ciudades sus modelos energéticos desarrollados y puestos al día? ¿La capacidad de promoción y desarrollo económico de las urbes europeas, está totalmente agotada? ¿Tienen nuestras ciudades planes de adaptaciones a crisis climáticas o a las pandemias? Evidentemente no, nuestras ciudades requieren revisar su modelo de movilidad sostenible; queda mucho por hacer en el ámbito energético, pues pocas ciudades tienen un Plan de Energía acorde a la nueva realidad; y, por último, el potencial económico de las ciudades europeas es inagotable y la necesidad de adoptar medidas de adaptación y mitigación del cambio climático es evidente. Por ello, no cabe duda que el nuevo marco europeo presupuestario representa una oportunidad para ello. Es vital para el desarrollo de las ciudades del futuro.

De ahí que las ciudades deben alzar su voces y encontrar su lugar, el que merecen, para poder participar en la Estrategia Europa que la nueva Comisión puso en marcha con el Pacto Verde y que ha encontrado su desarrollo tanto en el nuevo marco presupuestario (2021-2027) como en el instrumento Next Generation EU. En nuestro caso particular, Gijón ha demostrado a lo largo de los años una enorme versatilidad para desarrollar proyectos europeos en la ciudad, tanto de gran envergadura como prueba la regeneración de la zona oeste de la ciudad, como con proyectos de otro perfil que han permitido ejecutar acciones en la ciudad que nos han acercado a otras realidades europeas de las que hemos aprendido y a las que hemos aportado nuestro conocimiento y bagaje. Gijón está en plenitud de facultades para idear y diseñar una estrategia urbana que le permita acometer el desarrollo que requiere y acudir a la financiación europea para ponerla en marcha. Gijon tiene vitalidad y una importante imaginación para desarrollar proyectos; el futuro pasa por un Gijón verde, tecnológico, resiliente, inclusivo e igualitario y en Gijón se encuentra el germen para desarrollar proyectos en esa dirección. La oportunidad es única, quizá no se vuelva a repetir. Por ello es preciso actuar correctamente, buscar alianzas tanto con otras administraciones públicas, en particular, la regional; como en los agentes que están trabajando en el territorio, empresas, centros tecnológicos; Universidad; asociaciones; etc. El enfoque europeo reflejado en el presupuesto europeo 2021-2027 y en el Next Generation EU, ofrece los instrumentos necesarios para conseguir estos logros para nuestra ciudad.

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