Benjamin Gutiérrez Huerta es director Fundación Juan Muñiz Zapico de CCOO de Asturias

La exhumación de Franco como un acto de estado, no hacía prever nada bueno en relación a las políticas de verdad, justicia y reparación. La tan traída equidistancia y los interés políticos y económicos , de más de 40 años de monarquía parlamentaria parecían limitar, cualquier posible opción de unas verdaderas políticas de memoria democrática . Entendidas estás, como las acciones de las instituciones de reivindicación de las víctimas de la Guerra Civil y posterior dictadura.

Más aún con oligarquías que fueron fundamentales durante la Dictadura y en la aceptación de la Democracia Parlamentaria. Élites que nunca  han visto la Memoria Historia como algo necesario, sino más bien como un peligro para el mantenimiento del estado de las cosas.  España es la única democracia donde el jefe del estado, lo fue antes de la Dictadura como heredero de la misma.

En 2007, la Ley de Memoria Histórica del Gobierno Zapatero fue pues el  gran avance, pero insuficiente y que pasó a testimonial  con los gobiernos de M.Rajoy. La falta de voluntad, no solo de la derecha si no de sectores del propio PSOE, parecían poner fin a la cuestión. Reforzando un modelo de impunidad, que sobrevivió a la transición política y que fue vendido, interna y externamente por los gobiernos de Felipe Gonzalez, como un proceso ejemplar y modélico . Como si el esconder la verdad, pudiese ser una referencia legal , en un mundo donde los crímenes contra la humanidad no prescriben.

La lucha de las familias y entidades, fue fundamental con su labor de dar voz y luz a la memoria de las víctimas. Sin olvidar el impulso que supuso la justicia argentina para dejar claro que pese a que en españistan se esconda la cabeza para no ver, que los crímenes siguen vigentes. Quienes  esperaban la muerte de los descendientes de los desaparecidos y represaliados, para borrar su memoria. Se encontraron con que  los nietos y nietas, libres de los miedos de la Dictadura recogieron mantuvieron el testigo  de dicha memoria.

Por fin, la renovación del PSOE, ya iniciada por Zapatero con el desplazamiento de Ramón Jauregui en este ámbito y finalmente, la pérdida de poder político del felipismo. Permitiron una nueva oportunidad. Con un gobierno de coalición y una izquierda no dispuesta a perder otra vez el tren de la reivindicación de la memoria. No como un arma partidista, como  intentan plantear desde la oposición, para deslegitimarla dichas políticas. Sino como un acto de reparación de las personas y las propias organizaciones antifascistas, de las víctimas y de los que lucharon contra la Dictadura.

Pero este avance,  se ve limitado, por la capacidad de ciertos poderes por mantener ciertas herencias. Jueces que se esfuerzan en buscar resquicios legales para mantener calles a asesinos. Partidos que aún no rompen sus vínculos y no condenan  la Dictadura. Todo ello, nos lleva a la realidad de una España, que pasó de la Dictadura a la Democracia, siguiendo siendo Reino, desde 1946. Ahora, 45 años  tras la muerte de Franco, la actualidad nos lleva al Pazo de Meirás y la Nueva Ley de Memoria Democrática, reflejo de todo lo que queda por hacer y la anomalía española. El único país  de Europa Occidental donde aún perviven los símbolos y herencias del fascismo. En el modelo español, tiene mucha importancia y es peculiar, el papel de la iglesia catolica. Que sigue beatificando a sus mártires, mientras mantienen bajo palio de sus catedrales a genocidas como Queipo de LLano. Prueba de la importancia eclesiástica , es que la solución al Valle de los Caídos sigue pasando por su visto bueno y acabará teniendo las contrapartidas económicas habituales,  en la relación con el Vaticano  en nuestro país.

Existe una parte de la sociedad española que sin ser profranquista sigue impregnada de la cultura transmitida durante de la dictadura. Por suerte, el franquismo es pasado, pero el riesgo de la vuelta del fascimo es otro y es bien actual, más en periodos de crisis como el que vivimos. Pero en lo que nos atañe de la Historia. La cuestión es el fracaso educativo de un sistema que permite  que  generaciones nacidas en democracia, no tengan una formación académica sobre ese periodo tan cercano y que tanto afecta a su realidad. Porque  el franquismo no sólo sigue en sus símbolos si no que pervive como parte de las ideas, como una justificación de un mal menor. Como un período incluso positivo. No hay día, que un tertuliano no justifique, el golpe de estado del 36 y las bonanzas de la Dictadura, sin que en el medio en cuestión no se le corrija. Algo inimaginable con el Holocausto es habitual en España con las víctimas del fascismo. Que tienen que escuchar las bonanzas de un régimen que tortuto y asesino hasta sus últimos días. Se normaliza  un discurso propagandístico heredado, convertido en superestructural en la España de Franco y que sigue siendo asumido por una parte de la sociedad y transmitido a las nuevas generaciones. Reduccionismo histórico y simplificación, de buenos y malos, rojos y fachas, izquierda y derecha, que poco tiene que ver con la Historia real, pero que es útil al objetivo de desmemoria.

El actual proyecto de Ley de Memoria Democrática en el marco de un gobierno de coalición progresista, nos sitúa nuevamente en la esperanza. La consideración de las víctimas y la toma de medidas, en especial en el ámbito educativo sin olvidar el reconocimiento social de las mismas. Pero no por ello hay que olvidar que la propuesta planteada, mantiene la dificultad en el acceso a los archivos, no conlleva la  nulidad real de las condenas o el reconocimiento de los luchadores antifranquista, por ejemplo el maquis. No ilegalizar el régimen Franquista es darle una validez institucional que seguirá siendo disculpa  para  la falta de justicia y reparación. Verdad, justicia y reparación, deben ir unidos. Esperemos pues, que por fin décadas de injusticia lleguen a su fin y que el conocimiento Histórico ocupe el lugar pedagógico y social que debe.

Para la parte final de estas reflexiones, y en el marcó  del 20N, queda hablar de VOX. El neofascismo, que pasó de pedir la derogación de la ley de Memoria Histórica a usarla para atacar a figuras como la de   Largo Caballero, Igdalecio Prieto o la Pasionaria. Mociones que no hubiesen pasado de esperpento , sin el apoyo del PP y Ciudadanos. Sin olvidar, los medios de comunicación que les sirven de altavoz fundamental en sus campañas. Un partido  fascista que reivindica la Guerra Civil y la Dictadura. Que pone encima de la mesa el límite de las libertades actuales. En un estado donde llamar a la monarquía corrupta conlleva cárcel , aunque lo sea y hacer apología del fascismo sale gratis. A lo que se suma que de Europa, vienen las equiparaciones reduccionistas de Fascismo con Comunismo. Como si se pudiese equiparar el Tercer Reich con la RDA. Interpretaciones que en  España, aún son más grotescas por el papel del PCE, en la lucha por la democracia y las cesiones del mismo en el proceso del final de la Dictadura.

Vivimos en una  sociedad, donde sus jóvenes no saben quién fue Marcos Ana. Es una sociedad incompleta, que no comprende su Historia y que difícilmente podrá así ocupar su lugar transformador en su presente. Quizás sea esa la razón, del retraso de las políticas de memoria. Generar una juventud que no sepa de donde proviene su realidad social e incluso su historia más cercana, geográfica y familiar. Solo cuando la memoria democrática, sea normalizada: educativa , social e institucionalmente. Cuando deje de ser objeto de polémica, para ser una realidad . Entonces, sí que podremos hablar de verdad, justicia y reparación.

MI CASA Y MI CORAZÓN

Si salgo un día a la vida
mi casa no tendrá llaves:
siempre abierta, como el mar,
el sol y el aire.
Que entren la noche y el día,
y la lluvia azul, la tarde,
el rojo pan de la aurora;
La luna, mi dulce amante.
Que la amistad no detenga
sus pasos en mis umbrales,
ni la golondrina el vuelo,
ni el amor sus labios. Nadie.
Mi casa y mi corazón
nunca cerrados: que pasen
los pájaros, los amigos,
el sol y el aire.»

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