Benjamin Gutiérrez Huerta es historiador

Si algo ha quedado claro en las últimas semanas, ha sido la vuelta a primera plana de la política nacional de Pablo Iglesias Turrión. Pablo es culpable de haber dejado la primera línea institucional tras los resultados en la Comunidad de Madrid. Aquella comparecencia, en caliente, donde anunció su despedida, marcó un antes y un después en la política española.

La propuesta de Yolanda Díaz, como su sucesora, también es su culpa. Proponer a la persona, para cortar de raíz cualquier apertura de debate sucesorio, fue pues  responsabilidad de Pablo. Valoro a Yolanda, como la más apta para encabezar el proyecto, por su labor y capacidad política. Más aún, por ser una referencia dentro de la clase trabajadora, por lo demostrado desde el Ministerio de Trabajo. Una referencia obrerista, que no se tenía en la izquierda desde Gerardo Iglesias, una de los nuestros  en las instituciones.

Pablo Iglesias también es culpable, de no abandonar la lucha tras su dimisión. Dejó atrás su papel partidista e institucional para  centrarse en lo mediático y la lucha ideológica. Tareas fundamentales, en esta guerra de clases, donde llevamos demasiado tiempo perdiendo la guerra cultural. Pablo podría haberse dedicado a su labor universitaria y a recorrer el mundo de conferenciante o asesor, pero prefirió seguir en la lucha, aunque desde otras áreas.

Siempre me gusta recomendar la lectura de (Des)unidos: patología o virtud de la izquierda de Manolo Monereo. Un libro que por sincero y directo, no ha interesado o no ha sido reconocido en su importancia como tal. Un libro fundamental para entender mejor el presente político a la izquierda del PSOE.

Nadie hubiese pensado en 2014, que se llegaría tan lejos. Quedó claro pronto, que el enemigo a batir, era Podemos y Pablo Iglesias, como cabeza del proyecto. En la izquierda asumimos los procesos como colectivos, pero eso no significa que no analizamos la importancia de los liderazgos y organizaciones. No podríamos analizar la Revolución Rusa sin valorar el liderazgo de Lenin y los bolcheviques o la Guerra Civil en China sin la determinación de Mao. De la culpa de Pablo Iglesias, surgió un proyecto que removió la izquierda y ha conseguido objetivos que parecían imposibles. El primer gobierno de coalición desde la II República, tras forzar una repetición electoral y conseguir desarrollar políticas, como las del Ministerio de Trabajo, impensables hace una década.

Aprendimos todo lo bueno de las mareas y después, todo lo malo. Pero no aprendemos, a valorar, la responsabilidad, no como una culpa, si no como asumir la tarea, desde las más profundas convicciones. Los gobiernos y las marcas electorales cambian, los proyectos políticos evolucionan, pero la necesidad organizativa y de lucha de la izquierda, debe mantenerse siempre. UHP.

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