Sociedad Cultural Gijonesa - Desde 1968

Pablo Huerga Melcón, profesor de Filosofía en el IES Rosario de Acuña

1.- Con la Universidad Laboral de Gijón, igual que con el Metro de Moscú u otras reliquias, tenemos ante nosotros la extraña sensación de que esas configuraciones arquitectónicas son incongruentes con nuestra comprensión del comunismo o del franquismo. Por ello se hace necesario intentar explicar dichas reliquias en términos del relato, y ante esto caben al menos cuatro posibilidades metodológicas: Primera, modificar el relato en función de las reliquias de manera tal que el relato pueda incorporar una explicación cabal de la reliquia; Segunda, reinterpretar la reliquia para que ella sea congruente con el relato que manejamos; Tercera, destruir o deformar la reliquia misma para ajustarla al relato, o para salvar el relato; Cuarta, dejarnos de monsergas y aprovechar esa obra sin más prejuicios atendiendo a su valor de uso y de cambio.

Para tergiversar la propia institución educativa, se ha pretendido, como en el caso del Metro de Moscú, acusar a los promotores de utilizar mano de obra esclava en la construcción, acusación, al parecer, sin fundamento. Además, se ha defendido que se trataba de un centro educativo dirigido a adoctrinar en el franquismo, algo también insostenible. Consecuentemente, desde que se cerraron las universidades laborales, se puso en marcha un intento de abandono por parte de las administraciones públicas en virtud del cual el edificio de la Laboral de Gijón fue poco a poco entrando en decadencia. El abandono se argumentaba en la imposibilidad de afrontar los gastos astronómicos que habría traído consigo, lo que nos obliga a preguntarnos cómo fue posible construir semejante estructura en época tan difícil como el franquismo.

El edificio civil más grande de España construido en el siglo XX también es el reflejo de los cambios sociopolíticos ocurridos desde su construcción. Porque ¿qué edificios emblemáticos ha acometido el Principado de Asturias durante la Democracia del 78? El edificio Calatrava, incrustado en medio de la ciudad de Oviedo, por ejemplo, ha servido para dar cabida a un triste centro comercial y diversas oficinas. Frente a esos palacios del consumo sobrecalentado se yergue la torre de la Laboral para apelarnos, pues nació con el proyecto de un Orfanato minero, como centro educativo para adolescentes de pocos recursos de toda España, donde encontraron la oportunidad histórica más firme y eficiente para desarrollar al máximo sus capacidades personales y mejorar su situación social. Quizá los chicos que un día estuvimos allí estudiando somos los padres que hoy llevamos a nuestros hijos a atiborrarse de ultra-ocio en los nuevos centros comerciales.

Como no se pudo derribar, aunque proyecto hubo, se optó por desmembrarla y desarticularla de manera que algunos pedazos de lo que fue en su día Universidad Laboral hoy tienen funciones diversas: Uno de los dormitorios que alojaba a cientos de estudiantes del antiguo BUP en habitaciones individuales -una especie de celdas monásticas perfectamente diseñadas para el recogimiento y el estudio aplicado- albergan el Conservatorio de Gijón. El antiguo aulario de BUP, un entramado de aulas con preciosos azulejos manufacturados, con nobles y resistentes muebles, diseños cómodos y vanguardistas para el estudio, más un particular paraninfo, recoge hoy la prestigiosa ESAD. Y uno de los edificios más curiosos de la Laboral, el circular convento de las monjas, situado en un jardín con tapia serpenteante verdaderamente audaz, que conforma una de las más bellas fachadas de la Universidad Laboral, la que se ve desde Gijón, fue pasto de una serie de intervenciones “performativas”. Los artistas desmontaron todas sus estructuras, muebles, cristales, etc., para hacer en cada celda una experiencia estética particular. Después de este despropósito, se instaló allí la TPA. Han quedado espacios vacíos como la Iglesia desacralizada y la zona de residencia de la antigua FP, y parte de sus aulas, en la zona suroccidental del edificio, mientras que la zona de Formación profesional es hoy un dinámico espacio de Grados que ha reconvertido en gran medida sus instalaciones.

2.- En su época, con su quehacer cotidiano, los alumnos articulaban el conjunto de partes de la Universidad Laboral en una unidad finalista al servicio de la formación: Los dormitorios, comedores, aulas; el hospital, el teatro –malamente restaurado hoy- donde nos reuníamos todos al menos una vez a la semana, los domingos, para ver una película; los jardines, el enorme gimnasio, el frontón y las canchas para el deporte masivo de los cerca de 3000 estudiantes internos, más los externos; la piscina, la cafetería, la sala de fiestas y la Iglesia; todo ello cerraba el conjunto de las necesidades que conformaban la unidad sintética del proceso de formación educativa de un alumno cualquiera en la Universidad Laboral de Gijón. Por no hablar de los talleres, verdaderas naves industriales dotadas de todo tipo de máquinas, dispuestas para ser manejadas individualmente, naves de cientos de tornos, fresadoras, talleres de soldadura, salas de control de calidad, etc.

Pero el edificio de la Universidad Laboral es, por su concepción, inseparable del programa educativo que sustentaba, o del sistema educativo que encarnaba en su conformación física; un hardware que ha sido concebido en virtud de un software: el modelo educativo de aquellos tiempos. Y esta es la profunda y última verdad que explica el recelo con que se la mira. Porque la Universidad Laboral pone ante nuestros ojos la evidencia compleja no de un edificio singular, sino de un eficacísimo sistema educativo.

Los arquitectos de la Laboral, dirigidos por Luís Moya, se inspiraron en muchos referentes arquitectónicos, desde el Partenón de Atenas en la fachada del Teatro, o en la propia disposición del edificio, hasta los patios renacentistas y por supuesto, el Escorial. De entre los curiosos elementos, quisiera comentar la disposición elíptica de la Iglesia, una elipse que invita a reflexiones interesantes. Como se sabe la elipse está en la base de la fundamentación de la ciencia moderna, que conducirá al ateísmo. Postulada en la primera de las tres leyes de Kepler, abrió el camino para la Teoría de la Gravitación universal de Newton. Por otra parte, el óculo superior y el interior de la iglesia recuerdan el Panteón de Agripa en Roma, el edificio de todos los dioses. Por ello, la Iglesia adquiere un simbolismo extraordinario, incrustada en el foco de un edificio dedicado al cultivo más exhaustivo y sistemático del conocimiento tecnológico y científico; recogiendo así la fecunda tensión histórica entre la razón y la fe. Quiero advertir que, en la Edad Media, la necesidad de la armonía entre la razón y la fe no obedecía tanto al hecho superficial de que la razón acatara los dogmas de la fe, sino a la más profunda idea de que la razón debe someterse a un ideal moral, sin el cual nos precipita en “El sueño de la razón” de Goya, como demostró el desarrollo científico que culminó en Hiroshima. Después de 1945, justo cuando comienza la construcción de la Laboral, la armonización de la razón con un ideal moral superior era una necesidad inexcusable y a él se entregaron sus arquitectos. Yo perdí mi fe sentado en esa Iglesia, algo que ya tampoco se puede hacer, porque uno no tiene ni dónde sentarte. La desacralización de esta Iglesia expresa el rechazo de ese elevado ideal, que era el que confería verdadera unidad al todo.

La Universidad Laboral de Gijón no era tampoco una rareza particular, como se sabe; formaba parte de un sistema general de universidades laborales que se extendía por toda la Nación: En La Coruña, en Zamora, Salamanca, Zaragoza, Huesca, Cáceres, Eibar, Logroño, Málaga, Córdoba, Tarragona, Toledo, Vigo, Orense, La Laguna, Las Palmas, Alcalá de Henares, Albacete, Cheste, Gijón. Así, desde 1955 hasta 1989, las Universidades laborales contribuyeron a la formación profesional de cuadros técnicos, de peritos industriales, ingenieros y otros profesionales que han contribuido decisivamente al desarrollo productivo y tecnológico de España. La de Gijón, proyectada antes que el resto como orfanato minero, ofrece un aspecto que recuerda de un modo ostensible, como muchos analistas han señalado, al modelo del Falansterio de Fourier. Y no es una casualidad. De hecho, estaba diseñada con el fin de que el centro fuera autosuficiente, como se puede apreciar en las instalaciones del antiguo INTRA. En todo caso, muchas otras laborales ostentan soluciones arquitectónicas espectaculares y muy interesantes desde todos los puntos de vista, particularmente la Universidad Laboral de Cheste, diseñada por el arquitecto ceutí Fernando Moreno Barberá.

Los edificios de las diferentes universidades laborales españolas fueron diseñados todos ellos con el objetivo de albergar a los mejores estudiantes de todas las latitudes del país con dificultades económicas para llevar a cabo una formación amplia y completa. Fueron un eficacísimo ascensor social a cuyo través, niños y adolescentes españoles de las condiciones más humildes tenían la oportunidad de recibir la mejor formación educativa, en las mejores condiciones materiales, y rodeados de unas comodidades y una atención, un respeto y una consideración, verdaderamente sorprendentes. Esto hay que decirlo; no se puede negar. El Ministerio de trabajo ofrecía becas para estudiantes de cualquier lugar de España. Los niveles de renta y el rendimiento académico eran los únicos requisitos para la selección del alumnado. A los alumnos se les entregaba toda una serie de materiales para integrarse en el modelo educativo, además, disponían de libros de texto, bibliotecas y material escolar compartido, profesores con experiencia, innovadores, que avanzaban en metodologías no superadas actualmente. Todo, absolutamente gratis, a cambio de cumplir en los estudios.

3.- La candidatura de la Universidad Laboral a Patrimonio de la Humanidad tropieza, pues, con una curiosa paradoja. Como el proyecto de la Laboral durante la democracia ha ido dirigido, en una suerte de damnatio memoriae, a descomponer en partes separadas ese edificio unitario, no se puede presentar como una obra de arte, sino como un agregado funcional. Y, por otra parte, cuando se presenta como una unidad, esta unidad se entiende como una unidad consuntiva, es decir, la unidad en la que el referente “Universidad laboral” ha desaparecido, porque ya no cumple su función. A los turistas se les muestra el edificio como una unidad, al modo como se puede mostrar una pirámide de Egipto. Por tanto, en cuanto totalidad, su finis operis ha desaparecido. En su concepción, ciertamente, la Laboral ha dejado de ser un edificio único, un Centro Integrado; de hecho, se pretende presentar como una Ciudad, “ciudad de la cultura” se dice.

A pesar de su transformación, creo que la Laboral todavía puede recuperar parte del sistema de enseñanza integrada en formato de internado con becas públicas para estudiantes en situación económica difícil y con la condición de que saquen adelante unos resultados académicos mínimos. Toda la zona suroccidental de la Laboral, desmantelada para una cadena hotelera, y las zonas adyacentes, comedores y demás, podría ser recuperada como internado en su función de ascensor social. En este caso, no solo para estudiantes españoles, sino para adolescentes hispanoamericanos, con un sistema de becas emitido desde el Ministerio de Asuntos Exteriores, con el fin de que puedan incorporarse a la Universidad Laboral para cumplir aquí el ciclo completo de su formación educativa. Las becas ofrecerían el desplazamiento y la vida estudiantil durante el curso escolar, lo que con el tiempo acabaría facilitando la incorporación de estos estudiantes a estudios superiores y, en su caso, su incorporación al entramado productivo y laboral en España o, de regreso a su patria, transfiriendo conocimiento.

Complementaria de la anterior, y articulada con ella, estaría la idea de aprovechar esa misma zona, en las vacaciones de verano, para instaurar un modelo aproximado al de la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, con el Palacio de la Magdalena. Es decir, crear una universidad de verano internacional, en este caso, orientada a los estudios tecnológicos, artísticos y científicos, principalmente, para poder aprovechar a fondo las infraestructuras y la trayectoria propia de nuestro querido edificio. Los estudiantes matriculados en este tipo de cursos de verano de una semana de duración tendrían alojamiento y clases con todas las infraestructuras necesarias, favoreciendo el desarrollo del turismo cultural y científico en Gijón y convirtiendo a la ciudad a través de su universidad en un referente del desarrollo y en una auténtica ciudad de la cultura universitaria española, como lo es Santander, el Escorial o Salamanca; pero sin olvidar su auténtica y última función de ascensor social.

Y es que lo que le falta de verdad a la Laboral para que sea verdaderamente una ciudad es que alguien la viva, que recupere sus modestos habitantes, aquellos adolescentes cuitados que poblamos y dimos sentido a todos sus rincones con nuestras zozobras, pasiones y alegrías.

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