Diego Gómez Suárez es economista y músico

Las ciudades americanas y europeas entran en un proceso de desindustrialización durante los años 70, en ese proceso el sector industrial pierde fuerza en favor del sector servicios, este proceso empieza en la industria manufacturera y es seguido por otras líneas de producción hasta llegar en el siglo XXI a la industria carbonera.

La industria carbonera ha sido abiertamente criticada debido a la crisis medio ambiental que genera, estas crisis suponen un problema no solo para la salud pública sino también para las políticas públicas, motivo o excusa (puesto que entre 2011 y 2020 con las minas cerradas, el 61,44% de la Gigavatios-hora de la generación total de energía viene directamente del carbón) por lo cual la unión europea ha decidido cerrar las minas.

Aunque podamos sentir que la industria carbonera es algo desconocido fuera de nuestra región minera, la verdad es que incluso instituciones cómo la Unión Europea surgen de esta industria. En el año 1950 se crea el Plan Shuman con el objetico de poner en una administración común la industria carbonera y metalúrgica de Francia y la Alemania del oeste. Un año después surge la CECA, La Comunidad Europea para el Carbón y el Acero, en el cual Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos y Italia se integran en el acuerdo previo.

No es de extrañar la importancia de esta industria pues ha sido el motor indiscutible del proceso industrializador durante la primera revolución industrial, esto se debe a que anteriormente los procesos de producción de energía eran proporcionados por hombres, animales de trabajo y otros medios de capital como el molino hidráulico (muy dependientes de las condiciones climáticas).

Hoy en día, La Unión Europea afronta el reto de afrontar un proceso escalonado de transición energética con muchos actores relacionados con diferentes intereses, como gobiernos nacionales, autonómicos y autónomos, empresas y trabajadores del sector energético. Este proceso de transición energética se entiende cómo un cambio estructural a largo plazo donde se busca sustituir las fuentes de energía contaminantes con energías de bajo grado de emisión de CO2 y conseguir una mejora en la eficiencia energética por parte de los consumidores (hogares con mayor eficiencia energética, coches con menor impacto medioambiental, etc…), cualquier proceso que busque la transición energética debe de pasar por un proceso de descarbonización.

Los datos aportados por la ficha técnica de estadística energética de la comisión europea indican que la proporción de combustibles fósiles (aquí cabe destacar que el porcentaje de carbón siempre ha representado más del 50% de la generación bruta de energía a través de combustibles fósiles) en el balance energético es del 16,44% para el año 2017, esta proporción representaba el 37,93% en 1990.

Mientras que la energía proveniente del carbón mantuvo una tendencia negativa, otras fuentes de energía aumentaron su participación en el balance energético, como las energías renovables y los biocombustibles. La generación bruta de electricidad en energías renovables y biocombustibles se ha triplicado desde 1990, superando a los combustibles fósiles en 2014.

Por otro lado, las emisiones de CO2 entre 1990 y 2017 se han reducido en casi un 20%, durante ese periodo se ha disminuido la participación de la industria energética en los agentes emisores de CO2, en 1990 esta industria representó 36.68% (1666,06 millones de toneladas de Co2) y en 2017 31.77% (1167,34 millones de toneladas de Co2), esto representa una reducción en las emisiones de Co2 del 29.93%.

Notas sobre la transición energética en Asturias junto a datos socioeconómicos.

Asturias es una de las regiones mineras más antiguas de España, por su tradición, sus economías de localización y sus depósitos de carbón. Hoy en día, diez años después del plan de cierre de la mina, existe una propuesta de la Comisión Europea denominada «Fondo de Transición Justa» en la que se pretende compensar económicamente a las zonas más afectadas por la transición energética. Este fondo tiene como objetivo subvencionar con 1.806 millones de euros en transición energética, para todas las regiones afectadas en España por el cierre de minas y centrales de carbón, siendo Asturias una de las más beneficiadas por las ayudas.

Desglosando la composición de las fuentes de energía que se producen, encontramos a la industria térmica como la principal fuente de energía (industria caracterizada por el uso del Carbón) seguida de la industria hidráulica y eólica. Si bien la electricidad total representa una tendencia negativa desde 1990, la energía térmica ha representado entre el 90% y el 80% durante la mayor parte de este período. Hoy en día la proporción de energía térmica se encuentra en el 72% visto reducida su proporción debido a una menor demanda de energía y a la puesta es escena de la energía eólica e hidráulica.

La composición del PIB de Asturias presenta algunas diferencias con respecto a España, otorgando un menor peso relativo al sector servicios y agricultura que al resto del país, esto se compensa con una mayor presencia en el sector industrial, aun así el sector servicios es el que mayor cantidad de personas ocupadas, ocupa con un total del 76,5% de los puestos de trabajo de la región, ya que en todas las economías en procesos de desindustrialización, el sector servicios es el sector que más crece en su peso porcentual de la economía.

Una primera aproximación al efecto de la descarbonización en Asturias es verificar el índice de producción industrial[1], La tendencia de las variaciones de la industria extractiva en el índice de producción industrial desde 1990 ha presentado una tendencia negativa, en la década del 90 se da lugar al inicio del proceso de reestructuración de la minería nacional, con ello se inicia la reducción del carbón, esta tendencia negativa se acentúa a partir de 2010 y tras la decisión de la Comisión Europea sobre el cierre de minas, esta tendencia se ha vuelto irreversible.

Quizás el dato más relevante respecto a coste del proceso de descarbonización es la cantidad de gente que emplea, de 1996 a 2019 se han perdido más de 11.000 empleos sin contar los empleos indirectos generados por las minas en el ámbito geográfico, hoy en día, esta industria emplea a 2.253 personas y este número sigue disminuyendo.

Por último, debemos tener en cuenta el factor demográfico, numerosos trabajos académicos, artículos periodísticos y discursos políticos muestran una clara correlación entre el crecimiento demográfico y el desarrollo de la industria del carbón en Asturias. Aunque este articulo no busca una correlación entre estos sucesos lo cierto es que los hechos ocurridos en el sector del carbón han condicionado, en muchas ocasiones, la evolución de la población.

La tendencia a la baja de la población asturiana comienza a acentuarse a partir del año 2010, durante el periodo 2011 – 2019 Asturias pierde 58.687 habitantes, lo que significa un 5,31% de la población. En ese periodo de tiempo las tres comarcas que más población han perdido son las tres donde se ha desarrollado históricamente la industria carbonera, desglosando los datos en comarcas, veremos que la comarca de Narcea ha perdido un 18,31% de población, el Caudal ha perdido un 15,52% de la población y la comarca del Nalón ha perdido el 13,14%

PIB per Cápita, Asturias y Asturias Sintética

¿Cuánto nos ha costado la descarbonización?

Para responder a la pregunta ¿Cuánto ha costado la descarbonización en Asturias? Se utilizará un estadístico llamado Metodología de control sintético que genera una Asturias sintética, es decir, una Asturias en la cual la minería ha seguido su curso desde el año 2010 hasta ahora, para poder evaluar el coste de la descarbonización, se ha usado como métrica el producto interior bruto regional per cápita. El gráfico muestra cómo el SMC (línea de trazos) se aproxima a la tendencia del PIB per cápita real de Asturias (línea continua) entre 1990 y 2010, para mostrar una brecha entre ellos a partir de 2011, el PIB real está constantemente por debajo del PIB per cápita sintético en Asturias. Esta brecha puede tomarse como el coste pagado por el PIB per cápita asturiano como consecuencia de las medidas de descarbonización implementadas a partir de 2011.

Este coste tiene un efecto medio de 391 € durante 8 años para una región de aproximadamente 1 millón de personas, esto asciende a más de 3.128 millones de euros en términos de pérdida total del PIB. Siendo Asturias candidata a recibir una parte importante de los “Fondos de transición justa” cabe destacar que, si todo el presupuesto destinado a España se fuera a parar únicamente a Asturias, este fondo sería insuficiente puesto que el total del fondo es correspondiente a España asciende a 1.860 millones de euros cuando el coste total de descarbonización en Asturias asciende a 3.128 millones.

[1]                Este índice es un indicador de corto plazo que mide la evolución anual de la actividad productiva en una determinada industria. Este indicador refleja la evolución conjunta de la cantidad y la calidad, eliminando la influencia de los precios.

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