Este 25 de mayo, por primera vez desde la formación del actual autonomía asturiana, el gobierno del Principado apuesta por darle visibilidad al aniversario de una retahila de acontecimientos que suponen la entrada por la puerta grande de Asturias en la era contemporánea. Después de cuatro décadas apostando por una fiesta religiosa (porque lo que se celebra el 8 septiembre es el cumpleaños de la Virgen de Covadonga, no la fecha desconocida de una batalla) parece que el actual gobierno asturiano ha redescubierto esta fecha tan importante como olvidada.

Asturies, 25 de mayo

¿Qué pasó el 25 de mayo de 1808? Bueno es repasar la cadena de acontecimientos: Un 9 de mayo de 1808 llegaban a Oviedo las primeras noticias de las matanzas del 2 de mayo en Madrid, donde las tropas napoleónicas habían reprimido brutalmente la sublevación del pueblo. Ese mismo día, con el propósito de evitar la publicación de las disposiciones de la autoridad francesa en Madrid, empieza un motín popular en Oviedo encabezado por mujeres y estudiantes que lleva a la Junta General, que estaba en pleno período de sesiones, a celebrar un pleno ampliado a otros sectores sociales, como el cabildo catedralicio, la Universidad y los gremios artesanos, que decidió no reconocer a otro rey que a Fernando VII e iniciar los preparativos bélicos. El 13 de mayo la mayoría de los diputados, que habían  tomado la decisión de rebelarse bajo presión popular, se replegaban y revocaban los acuerdos. Una minoría de diputados, encabezada por el recién elegido Procurador General, Álvaro Flórez Estrada, organizaba la conspiración que se hacía realidad en la noche del 24 al 25 de mayo cuando los rebeldes, apoyados por los militares y obreros de la fábrica de armas, tomaban el Real Audiencia, representante del gobierno central, y obligaban a su presidente a convocar una sesión estraordinaria de la Junta, convocando nada más a los quince diputados partidarios de la guerra. Al mismo tiempo, casi 3.000 campesinos armados llegados de los concejos vecinos tomaban la capital asturiana. La madrugada del 25 de mayo la Junta General se proclamaba soberana, declaraba guerra a Francia, mandaba embajadores al Reino Unido para solicitar ayuda militar y organizaba la formación del Exército Defensivo Asturiano. De paso, inventaban la actual bandera asturiana. Ya no había posible marcha atrás. Asturias estaba en guerra ella sola con Francia.

No hace falta explicar cómo sería la interpretación de estos acontecimientos, y el renombre que tendrían, si llegan a darse en otras comunidades. No solo por la casta política de las mismas sino por la propia, tan dada a reconocer hechos diferenciales de los demás pero negar los propios. Los acontecimientos de mayo de 1808 supuesieron una auténtica revolución, no solo porque así lo dijesen sus protagonistas sino por las consecuencias políticas de los mismos: el Antiguo Régimen saltaba por los aires, paradójicamente de la mano de una institución del mismo, la Junta General, que intentaba apuntalarlo. El protagonismo popular en los acontecimientos es evidente: son dos mujeres las que inician el motín, y de ahí en adelante se movilizan todas las clases populares de la capital asturiana. La Junta General, consciente de su carácter oligárquico y por lo tanto poco representativo, convoca un concejo abierto con otros sectores sociales, como los gremios artesanos, la Universidad de Oviedo o el cabildo catedralicio. Cuando la Junta retrocede a los pocos díis y los conspiradores de la noche del 24 consiguen radicalizar el proceso lo hacen con la toma de la ciudad por campesinos armados y obreros de la Fábrica de Armas. Cuando se proclama soberana, hay un debate entre los diputados: varios dicen que la soberanía es del rey Fernando VII, pero como él no puede ejercerla al estar preso de los franceses ésta vuelve al pueblo; otros dicen que no, que la soberanía es siempre del pueblo, aunque se la ceda al monarca. En todo caso, ambos  sectores coinciden en que la Junta, como intermediaria entre el rey y Asturias, en ausencia del primero, declare la soberanía. ¿De quién? De Asturias, no de España. Por ese forman un Exército Defensivo Asturiano, no de España. Por ese inventan una bandera para Asturias, no para España. Por ese el vizconde de Matarrosa, José María Queipo de Llano, se presenta en Londres como representante de Asturias, no de España. ¿Quiere esto decir que los revolucionarios de 1808 eran algo mínimamente parecido a unos independentistas como los que meses después aparecerían formando juntas similares en los virreinatos americanos? No, en absoluto. Únicamente asumen  que su país es Asturias, que ese país (sí, país, que era como lo llamaban, país o provincia, y no región que es un término muy posterior en el sentido que le damos ahora) forma parte de la corona española y que ellos representan al pueblo asturiano, no al conjunto de la monarquía.

Los acontecimientos de mayo de 1808 son claramente un ejemplo de autodeterminación centrípeta. A Asturias quisieron imponerle un nuevo monarca y el pueblo se rebeló contra ello, y se declaró soberano para seguir siendo vasallo de Fernando VII. Que Giuseppe Bonaparte era mejor monarca que el Borbón es evidente. Que su condición venía dada únicamente por la fuerza de las bayonetas francesas también. Aunque hay quien piensa que la gran tragedia de la España decimonónica  fue que los franceses no ganasen la Guerra Peninsular, o Guerra de la Independencia como la llama la historiografía española, pensando que una victoria napoleónica iba a consolidar una revolución burguesa basada en los principios de la revolución de 1789, eso no deja de ser un ejercicio de política-ficción: el imperio bonapartista tenía el componente burgués de los vencedores de la revolución, pero su principios republicanos y democráticos estaban enterrados desde que la reacción termidoriana liquidase a los dirigentes jacobinos. Los bonaparte venían a echar a los borbones, no a la oligarquía. El mismo Napoleón que había restaurado la esclavitud en las Antillas francesas no la iba a abolir en las españolas. El mismo Bonaparte que había dicho  que “con cada cura ahorro cien policías” no iba a instaurar el estado laico al sur de los Pirineos. La mal llamada Constitución de Bayona era una carta otorgada que no limitaba el poder absoluto de José I. Lo que quedaba era un estado vasallo, autoritario, represivo, centralista y confesional. ¿Tan distinto era eso de lo que  representaban los borbones?

Por todo ello el 25 de mayo es una fecha digna de recordar, y merece ser ese Día de Asturias que la ceguera de los padres de la autonomía asturiana de 1981 no permitió hacer. Día de Asturias, sí. No está de más recordarlo cuando hay sectores que parecen querer hacer del 25 de mayo un Día de Asturias… sin Asturias, más por hostilidad al simbolismo del 8 septiembre que por reconocer enorme potencialidad democrática, federalista y asturianista de la revolución de mayo. No olvidemos que la soberanía popular que se proclamó era la del pueblo asturiano. No olvidemos tampoco que la bandera que surge de la revolución de mayo llevaba la Cruz de la Victoria, y que los llamamientos de la Junta a organizar una nueva Covadonga son constantes. Con todas sus contradicciones, con todas sus incoherencias, reivindiquemos la Historia que fue, no la que nos hubiese gustado que fuera. Nos valdrá para conocernos mejor, y servirá de mimbres para hacer el cesto de un futuro en el que entre el pueblo asturiano entero.

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