IMPRONTA, apuntes necesarios de mujeres que dejaron huella

María José Capellín, Exdirectora de la Escuela de Trabajo Social

Entre las muchas decisiones que tomó Joe Biden para revertir las que había tomado Trump, está el devolver a Harriet Tubman a los billetes de 20 dólares. Mi descubrimiento de ella vino precisamente cuando pasó a ser la primera y única mujer representada en ellos.

Hasta el momento era un nombre más entre las numerosas, poco conocidas y en general fascinantes biografías de las sufragistas norteamericanas. De todas ellas ninguna dejó una “impronta” más duradera, en quienes compartieron su vida.

Vivimos una época en que los rescoldos de la crisis del 2008 se avivan con el incendio de la pandemia, todas las fracturas: económicas, políticas, sociales, culturales, se presentan con fuerza inusitada. La fractura racial se ahonda, y no solo en EEUU, extendiéndose por un lado el movimiento “las vidas negras importan” mientras que por otro cobra fuerza, con uno u otro matiz, el supremacismo blanco.

El impacto emocional de la pandemia y el dolor (muertes, enfermedad) y la incertidumbre (paro, recesión) que ha traido consigo nos llevan al desánimo. Por eso creo que reflexionar sobre algunos aspectos y recordar algunos hechos de una vida tan extraordinaria puede, hoy como ayer, ser útil.

Resumir una vida que da para varias novelas de aventuras es imposible. Harriet Tubman sufragista negra, fue esclava, dirigente abolicionista, guía del “ferrocarril clandestino”, (el camino a la libertad de los esclavos fugados), heroína de guerra como enfermera, espía, guía, comandante entre otras muchas actividades.

sello postal de EEUU de Harriet-Tubman

La esclavitud. Siempre me ha interpelado este tema, no solo escandalizado moralmente, atenazada por el sufrimiento que significa, enfurecida por el mal que supone, desconcertada incluso por su posibilidad. Es uno de los temas que me plantea las preguntas existenciales ¿Qué es el ser humano? ¿el mal? ¿el bien? Y en el caso de Harriet Tubman, Frederick Douglas y otros ¿Cómo se pueden construir seres humanos de tal fuerza moral, de tal intensidad vital, auténticas luminarias de la humanidad desde el modelo social más abyecto que pudo crear?.

La religión o la Fe o el hecho religioso. En la tradición cultural en la que me inscribo hay un cierto menosprecio por las creencias religiosas, el tópico “la religión es el opio del pueblo” fuera de contexto, nos hace tener una visión, en mi opinión de agnóstica, bastante arrogante de las personas que tienen fe. Sobre todo minusvaloramos su potencial emancipador para muchas personas y para muchos pueblos.

Para algunos, hechos como la “teología de la liberación” (el año  pasado noticias en torno el asesinato de los jesuitas del Salvador nos la volvía a recordar) nos hizo superar prejuicios que sin embargo siguen muy arraigados. Pero cuando nos acercamos a los movimientos abolicionistas o antiapartheid emerge con tanta fuerza que no podemos abstraernos de ella. En nuestra época Desmond Tutu, Martin Luther King, Jesse Jackson, Malcon X, Cassius Clay nos lo ponen de manifiesto.

Confieso que siempre me ha desconcertado; si hay algo que a mí me impediría creer “en el dios que fuere” sería la situación de los negros. Sin embargo el movimiento antiesclavista estuvo desde el siglo XVIII protagonizado, con un compromiso extraordinario, por los cuáqueros blancos (más tarde también alguna iglesia metodista) y el peso de la creencia religiosa fue determinante en la construcción de personalidades como Douglas, John Brown y tantos otros entre los que se destaca Harriet Tubman. La aportación cultural de los espirituales negros o el góspel nos recuerda que no eran ajenos al sentir de su pueblo.

Esclava. Harriet Tubman nació esclava, en torno a 1822, en Dorchester en el estado esclavista de Maryland. Fue una de los nueve hijos de dos esclavos Ben Ross y Ritt Green cuyos respectivos dueños se casaron lo que les permitió una razonable vida familiar para la época y condición hasta que el hijo de los Brodess se hizo cargo de los negocios familiares.

Podemos afirmar que el prestamismo laboral tiene profundas raíces. En diferentes épocas, el amo alquilaba sus esclavos a diferentes amos para diversas tareas y “Minty” como la llamaban entonces, sufrió de la explotación y el hacer de diversos amos. Las cicatrices de su espalda daban fe de que alguno usaba con fuerza el látigo cuando no se cumplían sus deseos. Consecuencias mucho más graves tuvo la ira de un tipo que irritado porque una adolescente Minty, que estaba en una tienda, no intento frenar a un esclavo que había salido sin permiso de la plantación. Le lanzó a la cabeza una pesa de hierro de 2 kilos que le abrió el cráneo. Sobrevivió, pero las secuelas fueron terribles, toda su vida tuvo fortísimos dolores de cabeza, ataques epilépticos, episodios de narcolepsia y alucinaciones que ella reelaboró como señales de Dios.

En determinados momentos el alquiler de esclavos no era suficiente y Brodess necesitado de liquidez vendía algún esclavo. Así se separó el padre de la familia aunque, afortunadamente,  se estableció cerca y eventualmente a su muerte el amo lo manumitió. Más dura fue la venta de tres hermanas que se alejaron de la zona y nunca volvió a ver. El intento de venta para un comerciante de esclavos de Georgia del hermano pequeño desencadenó una violenta reacción en la madre y una enorme tensión en la plantación lo que hizo a Brodess retroceder. La admiración que eso le produjo a Minty explica su decisión de tomar su nombre, Harriet, cuando se casa con John Tubman, un negro libre, en 1844.

No sabemos exactamente como se formó la decisión de huir en Harriet. Brodess estaba enfermo y presumiblemente iba a morir pronto, eso significaba de nuevo el riesgo de la puesta a la venta de sus esclavos. Era consciente de su escaso valor, enferma como estaba y de la ruptura de los lazos familiares que supondría.

Años más tarde dirá “Había razonado en mi mente que había dos cosas a las que tenía derecho. Una era la libertad, la otra la muerte. Si no podía tener una cosa tendría la otra”.

Harriet decide escapar. No convence a su marido para que lo haga y aunque dos de sus hermanos, Ben y Harry,  la acompañan en un primer intento, se arrepienten al saber que se ofrecen 300 dólares por cualquier esclavo huido, lo que pone en marcha en su persecución, a los cazadores de esclavos. Después de comprobar que sus hermanos están a salvo, el 17 de septiembre de 1849 Harriet emprende el arriesgado camino a la libertad que la hará cruzar Maryland, parte de Delaware hasta llegar a Pensilvania, un estado libre.

Y aquí otra reflexión. ¿Era más lógico tratar de escapar y buscar la libertad? O ¿conformarse con la vida conocida? Es más ¿Cómo podrían imaginar la libertad?

Las leyes prohibían que los negros aprendieran a leer y escribir, (y a los blancos enseñarles) de hecho Harriet fue analfabeta toda su vida. Obviamente tampoco sabían leyes o geografía. ¿Cómo podrían saber en qué Estados estaba abolida la esclavitud, a que distancia estaban o como llegar a ellos? O, si todo era una leyenda.

Supongo que los rumores se extenderían de los esclavos domésticos que estaban en las casas y oirían las quejas y comentarios de sus amos que trasladarían a los esclavos de las plantaciones y configurarían un sueño de libertad posible.

Harriet tiene muy poca información. Debe ir al Norte y para ello su guía será la Estrella Polar. No puede seguir los caminos principales pues hay cazadores de esclavos por todas partes. No sabe la distancia que tendrá que recorrer (hoy sabemos que fueron unos 300 km). Hay que cruzar ríos, pantanos, plantaciones, evitar las zonas habitadas. En algún momento casualmente contacta el “ferrocarril clandestino” (underground railway) la red clandestina iniciada por los cuáqueros que facilita la fuga de esclavos.

Cuando al fin llega a su destino, Harriet explica “Cuando supe que había cruzado la línea, miré mis manos para ver si era la misma persona. Todo brillaba, el sol parecía oro a través de los árboles y en los campos. Sentía que estaba en el Cielo

Cruza Pensilvania, más hacia el norte poniendo distancia entre los cazadores y ella. La nostalgia la invade. “Había cruzado la línea. Era libre, pero no había nadie para darme la bienvenida a la tierra de la libertad. Yo era una extraña en una tierra extraña

Harriet se instala en ese nuevo mundo. En 1850 se endurece la situación con una nueva ley federal que castiga con más rigor la fuga y ayuda a los esclavos fugados, también en los estados libres del Norte y no solo permite su caza, sino que obliga a las autoridades locales a apoyar a los esclavistas. Hay que felicitarse que la ley tuvo muchas resistencias, y fue boicoteada, incluso, en Boston, se asaltaron los locales en las que se encerraba a los capturados. Pero también permitió capturar a hombres libres y venderlos como esclavos en el Sur.

En ese contexto Harriet como muchos otros tenía la opción de huir a Canadá, pero le llega la información de que una de sus sobrinas y sus dos niñas van a ser vendidas y hace otra elección.

Se convertirá en una de las “conductoras” del “ferrocarril subterráneo”. Con el nombre de “Moisés” en los siguientes años Harriet hará el peligrosísimo viaje de ida y vuelta en 13 ocasiones guiando a casi toda su familia, amigos y a casi un centenar de personas que huyendo de la esclavitud van siguiendo los jalones formados por las “estaciones”. Se trataba de casas familiares, granjas, escuelas, iglesias, de blancos y negros libres. Sus responsables eran los “jefes de estación” que se arriesgaban a la venganza de los cazadores, a las multas y más tarde a la cárcel con los que castigaban las leyes a quienes acogían a los esclavos fugados, con la justificación que robaban propiedad privada.

Instalados en el norte del Estado de New York muchos pasan a Canadá bajo la dirección de “Moisés” cuando las leyes aún se endurecen más. Pero Harriet, por cuya captura se ofrece en el Sur una creciente recompensa, regresa. En esos años coincide con Frederik Douglas (un jefe de estación, antiguo esclavo y destacadísimo líder abolicionista) y con John Brown que encabeza un levantamiento armado contra la esclavitud y que derrotado y ejecutado fue siempre apoyado y más tarde considerado por Harriet como un mártir.

En 1861 la cuestión de la esclavitud es el detonante de la Guerra Civil entre los estados del Norte y del Sur. Harriet Tubman se incorpora a la contienda primero como cocinera y enfermera en el ejército de la Unión. Muy pronto sus capacidades son reclamadas en otras tareas.

Algunas de las incursiones de las tropas de la Unión deben hacerse por tierras pantanosas, poco pobladas, hay que penetrar en los estados del Sur. ¿quién mejor que Moisés para guiarlos? Así pasa a ser guía del ejército y se incorpora como asesora de los mandos.

Como a otros conductores negros del ferrocarril y antiguos esclavos se les pide que se infiltren en el Sur, en donde tendrán más facilidad para pasar desapercibidos que los norteños. Se trata de averiguar los movimientos de tropas, el estado de ánimo de la población, la disposición a participar de los esclavos, etc…

Quizá su actuación más sorprendente fue en Combahee Ferry, Carolina del Sur, la primera mujer en dirigir una acción militar en un ejército moderno, al mando de un destacamento de 300 soldados negros en una incursión que liberó a casi 800 esclavos que trasladaron en barcos de la Unión y que produjo cuantiosos daños en plantaciones y mansiones y como un periódico de la época relata “sin perder una hombre, ni recibir un rasguño” la intervención de “la mujer negra que lideró la intervención y bajo cuya inspiración fue originada y conducida” fue de tal elocuencia que “podría honrar a cualquier hombre y creó gran sensación”.

(Naturalmente no se podría esperar mayor elogio a la acción de una mujer por muy extraordinaria que fuera esta, que el ser digna de un varón).

Al terminar la guerra Harriet se instala en Aubarn al norte de Nueva York, en unas tierras que le ha vendido un senador blanco abolicionista. En 1869 se casa con un soldado veterano llamado Nelson Davis con quién adoptan una niña.

Pero no se instala en el reposo de la guerrera, bien merecido, conseguida la abolición de la esclavitud, se incorpora activamente al movimiento sufragista, en una de sus más conocidas intervenciones es presentada por Susan B. Anthony lo que nos muestra el prestigio que había alcanzado. Y es capaz de entender, junto a otras abolicionistas, que el objetivo común del derecho al voto para las mujeres justifica la incorporación al movimiento de las activas militantes del Ku Kux Klan.

Su activismo no se reduce a la movilización política. Siempre con dificultades económicas, dedica todos los recursos que consigue reunir de muchos seguidores y admiradores para construir un Hogar para ancianos negros, antiguos esclavos, que sin familia ni posibilidad de trabajar estaban destinados a una muerte miserable. Pasa allí sus últimos años muriendo con 90 en 1910.

¿Decepción, frustración, cansancio? Oigamos a Harriet Tubman:  “Cada gran sueño comienza con un soñador. Siempre recuerda, tienes en tu interior la fuerza, la paciencia y la pasión para alcanzar las estrellas, para cambiar el mundo

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