Oliverio Martínez Cepedal directivo de la Cultural Gijonesa y profesor de filosofía

Los sistemas agonizan, los paradigmas económicos y políticos tienen decadencias lánguidas y tediosas. La democracia liberal europea se encuentra ante una crisis formidable, de hecho no sale de una para meterse en otra. Primero una pandemia global y ahora una guerra que condiciona y determina las fuentes de los recursos naturales.

El escenario se vuelve tormentoso y las políticas neoliberales antes certeras, se encuentran en plena crisis. La fórmula de la no-injerencia estatal, la libertad de nuestros amigos “los mercados”, o más bien la masiva intervención de los estados en favor de los grandes capitales empieza a mostrar visibles síntomas de pérdida de hegemonía. El programa de paz social hegemónico originado en los años 80 parece tener un momento de anomalía paradigmática, anomalía que puede llevarse por delante todo el edificio conceptual construido a base de dominación cultural, política e ideológica.

Los ejemplos de estas fallas en la tectónica neoliberal son notables, desde la emisión de deuda conjunta por la UE para generar el fondo Next Generation, hasta la caída de Lizz Truss por su intento de volver a la ortodoxia neolberal bajando impuestos a los intereses del capital, e incluso podemos recordar las palabras de Von der Leyen a Feijóo “equilibrio entre economía de mercado y la responsabilidad con los ciudadanos que trabajan duro”.

El imaginario cultural languidece y en esta lenta deconstrucción se vuelve más crudo. El modelo neoliberal ha parasitado la democracia occidental durante 4 décadas y puede que en su deyección y en su afán de aferrarse a la gobernanza democrática termine por derribar las instituciones democráticas y republicanas. El exorcismo del modelo Hayek-Friedman sobre las instituciones democráticas y republicanas amenaza con morir matando. Esto es, en la caída del paradigma Thatcher-Truss puede dejar a la democracia dañada y debilitada, debilidad que puede desembocar en un autoritarismo conservador de nuevo cuño. No nos estamos jugando “salir más fuertes” de una crisis, nos estamos jugando la democracia.

Esta pérdida de la hegemonía política y económica, y su posible transformación en regímenes autoritarios de diferente intensidad, tiene un correlato en lo cultural que merece una reflexión. Existe una crítica cultural que nos muestra el sendero por el cual los valores autoritarios y antidemocráticos avanzan, creando consensos y una cosmovisión colectiva que poco a poco se hará hegemónica, es así como crece la oscuridad, poco a poco.

LOS MITOS Y SUS SIMULACROS SOCIALES

Existe en la actualidad un considerable crecimiento de un género épico con tintes trágicos, abundan los héroes trágicos, las batallas épicas y los acontecimientos históricos llenos de pompa y de rituales megalómanos. Los universos Marvel-DC, el universo Targaryen, los Anillos del poder y un largo etcétera de artefactos culturales similares.

La heroicidad no acaba en una producción material de valores comunitarios, acaba en una lógica individualista del sacrificio. Podemos hacer la comparación con la visión mediática que tenemos de la actividad funcionarial del estado del bienestar. Así, los sanitarios y las profesoras deben de ser superpoderosos, en ellos se deposita toda la esperanza de la continuidad y mantenimiento del estado del bienestar. La ideología neoliberal convierte los problemas sociales en problemas individuales, en cargas, en hazañas y las dota de una estructura emocional desproporcionada que no nos permite ver nada más.

Es decir, cuando hace un escaso año profesores y sanitarias eran calificados como héroes, hoy ya se vuelve a llenar la prensa de titulares que descalifican a estos mismos funcionarios acusándolos de tomarse bajas y de condiciones laborales exageradamente ventajosas respecto al sector privado. Los héroes terminan siendo villanos, pero lo son porque la lógica individualista nos hace enfocar el problema siempre del mismo modo.

Los héroes griegos operan bajo la lógica del sacrificio, es decir anular parte de la vida por los demás. Hector hijo de Priamo se sacrifica por Troya, esta es la lógica con la que se opera. Los héroes deben de sacrificar su vida personal y emocional por los intereses de la polis. Pero ese sacrificio no se hace desde una perspectiva racional y legal, sino mítica.

Cuando ahondamos en los esfuerzos y sacrificios del funcionariado no pensamos en que están velando por los derechos de los ciudadanos, sino que encerramos la actividad funcionarial en un evento épico-trágico. El profesor debe transmitir conocimiento, valores, atender al alumno emocionalmente y ocuparse de su salud…y todo eso manteniendo el orden con 30 alumnos en clase, es un héroe, un Hércules limpiando los establos de Augías.

Lo mismo ocurriría con la sanidad, médicas y enfermeros peleando en Urgencias contra el gigante de la pandemia, doblando turnos, siendo veloces cual Mercurio dopado. Servicios sociales repletos de seres solidarios hasta niveles de santidad para multiplicarse ante las situaciones de extrema pobreza. ¡Cómo no querer arder en esas llamas llenas de canciones de poetas y de versiones musicales de Bowie! “Oh, we can be heroes. Just for one day. I I will be king. And you. You will be queen”.

LA TRAMPA DE LA HEROICIDAD

La trampa de la heroicidad del bienestar consiste en que se vuelca la atención mediática en la narración épico-trágica de la función pública y no nos percatamos de los aspectos económicos, sociales y legales que le dan sentido. Es decir, nos sumergimos en la narración heróica de la profesora y del médico pero nos olvidamos de las condiciones materiales que sostienen su actividad, la financiación, la legalidad, la disposición de recursos materiales y las ratios pasan a un segundo plano. Así cuando el sistema educativo y sanitario acuse en su eficiencia las políticas de recorte de financiación, de recursos materiales y personales, ya tenemos la respuesta. Nuestros héroes nos han traicionado, ya no son veloces, ya no son responsables, se piden bajas, son villanos.

Contemplamos las hazañas de los “héroes del bienestar” a través de los medios de comunicación y estos inoculan en los espectadores los elementos típicos de la tragedia. La narración inunda nuestra atención impidiendo el paso a la reflexión y a la concienciación.

Así ocurre que pecamos de Hibris, de arrogancia y creemos en la “colaboración público-privada” en la que un seguro médico combinado con los servicios públicos nos salvarán de los males de Pandora. Así es como vemos con buenos ojos el establecimiento de grandes negocios sanitarios y educativos que conciertan buena parte de la función pública. La Hibris termina en desmesura, en castigo, los servicios públicos parasitados por la concertación terminan siendo afectados y pierden efectividad, efectividad para más inri subsanada con más concertación. Pero no nos preocupemos, tenemos a nuestros héroes, ellos nos salvarán.

La trampa de la heroicidad del bienestar establece narraciones llenas de tramas emocionales que obnubilan el verdadero campo de lucha del interés común. Las verdaderas actividades políticas que velan por el adecuado desempeño de la función pública son tapados por relatos heróicos más acordes con la perspectiva ideológica dominante.

Pongamos un ejemplo, los centros educativos no son escenarios de hazañas homéricas, sino que están para desarrollar el artículo 27 de la constitución, el derecho a la educación. Para retomar este foco en lo que verdaderamente importa, necesitamos una acción colectiva de concienciación ciudadana, pero también del oficio de las entidades sindicales. A problemas colectivos, actividad colectiva.

La mesura y la concienciación estriba en entender que son el conjunto de instituciones democráticas, sociales, sanitarias y educativas las que ponen al ciudadano precisamente a salvo de la tiranía de la oferta y la demanda. Son los derechos del ciudadano los que dificultan precisamente que estos sean mercancías en manos de los grandes intereses del capital. La democracia occidental es una forma de gobernanza que se apoya precisamente en un acceso a condiciones materiales de vida que permitan el desarrollo de ciudadanía libre y sostenible, y eso solo podemos obtener con el adecuado desarrollo de las instituciones que conforman el estado de bienestar.

LOS CIMIENTOS DE LA DEMOCRACIA

La actual democracia occidental se refleja históricamente en la democracia clásica griega, democracia que se basaba en una serie de factores que en muchas ocasiones se nos ocultan. Un primer factor es la existencia de una especie de renta básica a partir del reparto de la oblea y de la formación de los jurados de heliea por ciudadanos bajo financiación estatal. Otro factor importante fue la construcción de la acrópolis a fuerza de importantes impuestos sobre la aristocracia y finalmente la financiación de las jornadas de teatro clásico, con el que se educaba a la ciudadanía.

Estas medidas junto con otras fomentaban cierta igualdad económica y social que permitía a los ciudadanos el desempeño de una vida política fértil y libre. La conformación de este paradigma democrático viene de imponerse sobre la sociedad oral compuesta por héroes y dioses capaces de marcar las formas de vida y hegemonizar la cultura griega. Así nos lo explica J.P. Vernant

“La tragedia monta una experiencia humana a partir de personajes famosos, pero los instala y los hace conducirse de tal manera que […] la catástrofe que se presenta soportada por un hombre, aparecerá en su totalidad como probable o necesaria. Es decir, el espectador que ve todo con piedad y terror adquiere la sensación de que cuanto sucede a ese individuo, habría podido sucederle a él.”

La democracia griega se apoya en una lógica racional basada en el ágora, en la aritmética de la asamblea, en el contado de sus votos para tomar las decisiones colectivas, en instituciones como la ecclesia y la helia donde los hombres ejercían la política y la justicia. En esas instituciones democráticas eran iguales y no eran hijos de Aquiles, y su voto era el mismo aunque hubiesen sido héroes en Marathon.

La actual mitificación de la actividad funcionarial, su excesiva individualización emocional y personalización nos lleva hacia una perspectiva donde los medios de comunicación están fomentando una visión de la realidad engañosa. En la actualidad ya estamos empezando a ver una lucha entre la función pública y los intereses del capital privado. En la educación la concertada se encuentra en liza con “la pública” luchan aula a aula, concertación a concertación, en sanidad los hospitales públicos se ven parasitados por grandes compañías sanitarias como Quironsalud y en los servicios sociales la presencia de fundaciones y geriátricos privados desequilibran peligrosamente la balanza y ponen en peligro el estado del bienestar. Esos son los problemas donde se centra la actividad sindical de los diferentes sectores, esos son los problemas donde debería estar el foco mediático y donde la ciudadanía debería ser consciente y no en perspectivas heroicas como si la atención educativa y sanitaria fuese una odisea distorsionada.

La sociedad del espectáculo no nos lleva a una sociedad más informada y consciente de los problemas de la gobernanza democrática. La sociedad del espectáculo fomenta un contexto comunicativo donde los mensajes autoritarios encuentran un clima ideal para su crecimiento hegemónico. Por eso el enfoque personalista-emocional de la función pública nos aparta de la consciencia y de la responsabilidad de los problemas nucleares del estado de bienestar y su financiación, y es ahí donde precisamente se maneja virtuosamente el autoritarismo a fuerza de bulos, desinformación y promoción de intereses capitalistas.

No se trata de condenar totalmente los relatos emotivos heroicos donde la función pública se ensalza y publicita, esos relatos son necesarios. Se trata por otro lado de llegar a una concienciación racional, una toma de realidad capaz de eregirse sobre un plano legal y político sólido, más acorde con la situación política actual.

La trampa de la heroicidad una vez desenmascarada, desvelada, no desaparece, no se vuelve piedra como se volvió Medusa al verse a sí misma en un espejo. Sino que por lo contrario ejerce una tensión narrativa contra la que se debe luchar estando fijo en la consciencia racional-empírica de los datos y de su argumentación lógica, tal y como Odiseo escuchaba, y luchaba contra los cantos de sirena amarrado al palo del barco.

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