Carmen Moreno es gerente de la Unión de Comerciantes del Principado de Asturias.

Si nos proponemos un ejercicio de imaginación y deseo sobre la ciudad ideal , si pensamos en las condiciones que nos gustaría que tuviera la ciudad en la que vivimos, es casi seguro que habría un amplio consenso en que queremos habitar en lugares sanos, sostenibles, bien comunicados, con servicios para la ciudadanía, activos , con propuestas para la cultura y el ocio, seguros , que cuiden su historia y su patrimonio… todas esas condiciones que forman parte de “ una ciudad con calidad de vida”.

Y cuando vamos más allá de los deseos y planteamos quienes son actores que harán de este escenario posible aparecen las administraciones públicas, las entidades sociales, la responsabilidad de las grandes empresas, las entidades culturales…y necesariamente hay que unir al comercio urbano.

No es un actor de los habituales pero hoy nadie duda que,  si volvemos los deseos en negativo, cuando la ciudad es la que no queremos vivir, no queremos una ciudad sin tiendas, calles sin escaparates, sin vida,  donde pasear no es agradable y pasar por ellas tampoco. Hoy nadie duda que las ciudades y los pueblos necesitan de las tiendas para conservar su atractivo.

El comercio minorista es un sector económico que genera el 13% de la economía española y el 17% del empleo nacional. Son empresas que tienen un 77,5% del empleo indefinido, casi 3 puntos superior a la media nacional repartido a partes iguales entre hombres y mujeres,  y sus 762.388 empresas, en su mayoría pequeñas o muy pequeñas, se reparten por toda la geografía nacional generando 2,5€ por cada euro que incrementan sus ventas.

Si las cifras son importantes, el efecto social que estas empresas tienen sobre el territorio lo es mucho más  y dependiendo que miremos a las ciudades o a las poblaciones rurales, esa importancia se incrementa. Estas empresas hacen posible que productos y servicios se acerquen a la ciudadanía, poder tener a una distancia de paseo todos lo que necesitamos y queremos comprar supone que en la ciudad se potencia caminar, convivir con los demás en las calles , evitar los desplazamientos en vehículo privado y con ellos el consumo de recursos ambientales. Colaborar con la sostenibilidad medioambiental de las ciudades es uno de los valores más destacados que aporta el comercio urbano y que debe potenciarse desde la actuación pública con un servicio de transporte público adecuado.

En el lado contrario a esta sostenibilidad tenemos dos realidades: por un lado los grandes centros comerciales situados en los nudos de autopista, en la intersección de carreteras y no en centros urbanos , que obligan a desplazamientos costosos para el bien común y para la economía personal. En el otro lado está la compra online que necesita de un transporte individual por cada pedido realizado, transporte que consumo recursos públicos , que contaminan y ocupan espacios  y con unos envases , en general, repletos de plásticos.

Si la mirada la ponemos en las zonas rurales, en las localidades más aisladas donde, como puede comprobarse en Asturias, viven personas de edad con menos posibilidades de movilidad, la tienda del pueblo es el lugar que asegura que tendrán lo que necesitan y también donde convivir y encontrarse con los vecinos. Las oportunidades que la tecnología ha abierto a la sociedad deben ser aprovechadas para mantener estas tiendas físicas, su oferta a las personas y su aportación a su calidad de vida.

Estos valores sociales del comercio tienen todo que ver con la convivencia. Vivir con otros, compartir con otras personas, escuchar y hablar, explicar y ser atendidos nunca “despachados”. El momento de relación que implica la compra en un comercio físico es muchas cosas al mismo tiempo: garantía de que lo que quieres es lo que vas a comprar, información sobre el producto o servicio que amplia lo que ya sabías, garantía de que estarán ahí esas personas ante cualquier problema, oportunidad de descubrir nuevos servicios, en resumen relacionarse con profesionales que hacen de la atención a las personas una dedicación. Hay excepciones, claro como en todas las profesiones, pero son excepciones. Resultaría muy triste y muy poco humano que nuestras relaciones sociales se redujeran en pedirle a un robot la compra, por mucha inteligencia que le programen será siempre artificial.

Y además está  el atractivo de lo propio y diferente. Se habla y mucho en este sector de la necesidad de crear experiencias memorables en la clientela. Esto implica un cambio en la forma de gestionar el comercio, que coloca adelantarse a las expectativas de la clientela en el centro de las decisiones. Productos, servicios, tecnología, decoración, ambientación, ubicación, todo lo que conforma una empresa de comercio , independientemente de su tamaño, tiene que procurar que esos minutos de compra dejen un sentimiento agradable que se recuerde. Estas tiendas propias de cada ciudad, que forman parte de su historia y las que han venido a cambiarla, esas tiendas que solo puedes encontrar aquí y son diferentes si vas a otra localidad, son las que colaboran a hacer de las ciudades y pueblos lugares con identidad propia, diferentes, atractivos y que dejarán huella memorable en quien los visite. Para huir de las ciudades clonadas, con calles donde se instalan las mismas tiendas, en el mismo orden, con los mismos escaparates , ciudades “parques temáticos” sin personalidad, hay que tener singularidad y las tiendas propias lo aportan.

El comercio minorista tiene muchos retos, los ha tenido siempre y los ha afrontado con valentía. En este momento  su gran ventaja está donde siempre ha estado, en la cercanía, en la convivencia, en la colaboración con la sociedad. En la ciudad deseada que pensamos nuestras tiendas están y actúan. Cuando decidimos donde hacemos nuestras compras incidimos , para bien o para mal, en esa ciudad deseada.

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