Armando Barredo, Médico de primaria y Cronista Oficial de Pola de Allande.
Armando Barredo es médico de primaria y Cronista Oficial de Allande.

El reciente incendio en la localidad canguesa de Regla de Cibea de una panera datada en el año 1651 ha tenido una amplia cobertura en los medios de comunicación regionales e inundado las redes sociales en los pasados días. El hecho, de un innegable simbolismo, está dando lugar a todo tipo de especulaciones y a un sinnúmero de interpretaciones por parte de los que por estas tierras del Suroccidente vivimos. Todas estas “hipótesis”  generalmente tienen un punto en común: el del “abandono” al que ,según algunas voces, se encuentra sometido el territorio rural.

Conozco el pueblo y el valle de Cibea, he pasado por razones laborales en multitud de ocasiones al lado del granero siniestrado. Llevo viviendo y trabajando de forma continuada en el llamado “medio rural” desde hace más de veinticinco años y, huyendo de absurdos patrioterismos, básicamente lo hago porque me da la gana. Aquí me gano el sustento y viven mis hijos, ni más ni menos, todo ello si ser emprendedor ni “”neo-nada”, tras un cuarto de siglo creo que me he ganado el derecho a tener una opinión sobre el sitio lugar donde vivo.

Es evidente que existen diferencias entre lo rural y lo urbano, discrepancias que avances tecnológicos y apertura de mentes han hecho cada vez más pequeñas. No pienso creerme el falaz e interesado discurso de la dicotomía campo/ciudad (lo siento, pero nunca aceptaré que un encofrador de Vallecas es un privilegiado y el causante de la “persecución” a la que se encuentra sometida la ruralidad), algo que además en Asturias me parece simplemente increíble, por no decir malintencionado, cuando en un breve paseo puedes pasar de la calle Corrida a las “pumaradas” de Castiello.

Conocemos lo “hermosa” que es la diversidad, pero sobre todo lo interesante que es para algunos (unos pocos) fomentar el enfrentamiento entre cazadores-recolectores, playa-montaña, motor de explosión-motor eléctrico y un largo etcétera de motivos de fricción… Alguien sin duda obtendrá de todo esto interesantes réditos políticos y sobre todo dinero, mucho dinero, además siempre habrá de contar con una legión bufonesca fácil a todo tipo de loas y aplausos.

Hórreos y paneras han sido utilizados machaconamente como logotipos tanto por amantes de aquella “Arcadia  feliz” en la que en algún tiempo vivieron los asturianos, destrozada por el voraz centralismo castellano; como por aquellos que elogian las distintas creaciones con la que el “genio hispánico” afronta los problemas a los que nos somete la conspiración internacional, gentes empeñadas en que lo asturiano es incapaz de alcanzar la edad adulta. Y es que los “pegollos” llevan mucho aguantado, sin duda.

Hace unos años contemplaba un hermoso espacio rehabilitado para usos civiles tras ser empleado durante muchos años por el Ejército. No dejaba de admirarme con la visión cuando a mis espaldas, dos personas que en aquel entonces me parecían de avanzada edad, comentaban:

-Fía, quedó mui guapu. Ahora tenín que poner ahí unos xalés.

No hace mucho tiempo que por estos lares gobernaba un presidente que en los ya tradicionales discursos del día 31 de diciembre en lugar de hablar de la situación en la que se encontraba la evolución del empleo en Asturias o de las toneladas de leche que producían las vacas de los esforzados ganaderos “llariegos”,  nos asustaba con los terribles peligros de la secesión catalana, sobre todo en los bolsillos (que siempre asusta más) .

Las “corondias” quemadas de una panera en el valle de Cibea no hacen más que recordarnos lo frágil que es el patrimonio (material e inmaterial) asturiano, lo débil que somos como pueblo y lo expuestos que estamos a las ocurrencias de cualquier iluminado que quiera construir adosados en la braña de El Campel, por ejemplo.

La administración local, autonómica y estatal son pobres en dinero, pero ricas en prejuicios e ignorancias, solo así se puede entender la osadía que demuestran algunos al hablar de nuestras construcciones tradicionales o de nuestra gastronomía. Y lo hacen porque la sociedad civil asturiana está muy desestructurada, es extremadamente débil y por lo tanto carece de capacidad de respuesta al encontrarse cada día atomizada. Por ejemplo, hoy en día la cartelería tanto en centros comerciales urbanos como en chigres rurales está repleta de expresiones inglesas que yo no entiendo (como muchas otras personas). Pero no se preocupen, públicamente jamás escucharan decir a alguien que no comprende lo que allí se dice, no vaya a ser que alguien piense de usted que es un iletrado en la lengua de Shakespeare.

El concejo de Allande posee un riquísimo patrimonio etnográfico e histórico, cuya visita recomiendo (sin apelotonarse, poco a poco y con tranquilidad), aunque Alfonso Camín considerase que el turismo carecía de alma. En esta tierra el megalitismo está representado, por ejemplo, en el conjunto tumular de la Carreiriega de los gallegos. Castros como los de San L.luis, Pradiel.la o Castello (donde fue hallada la excepcional arracada de oro), nos hablan de la cultura castreña del Noroeste peninsular. Precisamente buscando el valioso metal el Imperio Romano dejó enormes cicatrices en el concejo allandés como por ejemplo la Fana la Freita (valga la redundancia), los antiguos canales que transportaban el agua y que por aquí conocemos como “Antiguas”, el campamento de Moyapán o topónimos como Montefurao. Por aquí pasa el “Camino de Santiago”, el original, pues en tiempos del rey asturiano Alfonso II este escribió una “hermosa historia” aprovechando la ya existente ruta que conducía al “Campo de las estrellas”.  De tiempos medievales es la iglesia de Santa María de Celón/Zalón, hacia 1266 un obispo decidió dar “Carta Puebla” a unas tierras en las que parece empezaba a destacar un pequeño núcleo de población adyacente al río Nisón. Tiempos más recientes nos hablan de conflictos sociales o de la “Torre del Valledor”, de la casa de “La Torre” en Santomiyao” o del palacio de Los Cienfuegos. Aprovechando el “Camino de Santiago” por aquí pasaron individuos como el incendiario coronel Gauthier, o el general faccioso Gómez y su incansable perseguidor Espartero, que pudieron contemplar la proliferación de hórreos y paneras que tapizaban los campos, dando lugar a una forma de decorar estos elementos conocida como “estilo Allande”.  Idénticas construcciones de las que se despidieron miles de allandeses para cruzar el Atlántico y que a su vuelta (la de algunos) construyeron los hermosos chalets que se pueden admirar en la villa de La Puela.

Hoy en día este riquísimo patrimonio se encuentra amenazado por la desidia y por el paso del tiempo. Lo que lo está salvando, lo que permite que siga ahí es el esfuerzo e interés de muchas personas anónimas y el desconocimiento de otros tantos (¡shhh… agáchate y que nadie sepa que estás ahí!). Es preciso que su mantenimiento genere más réditos que su destrucción,  de lo contrario cuando alguien vea que se puede enriquecer, aunque con ello se destroce un castro, se estropee un grabado protohistórico o se derribe una panera de “estilo Allande”,  no titubeará y lo hará , además contando con el beneplácito y el aplauso de esa parte de la población siempre expectante a la hora de recoger migajas.

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