Adrián Arias, expresidente de FAV-Xixón y en la actualidad asesor de la Delegación de IU – La Izquierda en el Parlamento Europeo.
Algo se mueve en la margen derecha de la ciudad. Tras la victoria electoral en 2019 de Ana González (ahora defenestrada por su propio partido) y la mayoría de izquierdas que reflejaba el salón de Plenos del Ayuntamiento, una pregunta recorría los mentideros de la derecha: ¿Cómo ha podido pasar?. Las razones eran varias. La descomposición de la unidad en el espectro de la derecha entre Foro y PP, sumado a la fuga de votos hacia Ciudadanos y Vox suponían al menos dos de las causas principales. Las derechas políticas se dividían en cuatro, mientras que las derechas sociales y mediáticas veían reducida su influencia con la pérdida de la Alcaldía.
Noqueadas por el resultado electoral, las derechas no empezaran a articular una verdadera oposición hasta pasados varios meses. Si se empieza a propagar en redes sociales, columnas de opinión y memes de Whatsapp un supuesto “antigijonismo” de la regidora municipal. Incluso un supuesto «periodista» y naftalinoso de pies a cabeza la renombraba con el apodo de la “dama de Carbayonia”. Con la pandemia todo se tranquilizó un poco más. La emergencia sanitaria ocultó lo que en las redes más profundas de lo que podría denominarse como “un Gijón de toda la vida” se cocinaba. Es sin duda la salida de la pandemia y la recuperación lo que espolea una estrategia de lluvia fina de diversos sectores conservadores de Xixón.
Sumada a la campaña frente a la Alcaldesa, otro de los caballos de batalla y núcleo de la calculada estrategia de oposición han sido las medidas impulsadas desde la concejalía de Movilidad y Medioambiente. Dos son los elementos que con mayor virulencia han revelado cómo, sectores conservadores y poderosos de Xixón articulan una alianza que va más allá de lo táctico: la reforma del Muro y la renaturalización del río Piles.
De la reforma del Muro todos y todas conocemos el correlato de los hechos. Con sus matices, un gran mayoría social sabemos cual debe ser el proyecto que transforme la fachada marítima gijonesa. Lo interesante aquí es analizar el entramado social que ha articulado la oposición a la pacificación de este espacio. El nombre propio de esa lucha es sin duda Stop Muro. Aunque han tratado de evitar que se les relacione de manera directa con organizaciones como VOX o Foro, resulta evidente el entramado sociopolítico alrededor de esta asociación ciudadana. Hasta el PP sacó mesas a la calle para recaudar fondos que financiase su demanda judicial. Pero es irrefutable que importantes cuadros de dirección de ese ámbito trabajan en unas mismas coordenadas. Según lo que han declarado sus impulsores a medios de comunicación, la plataforma se inicia tras “un encuentro en Somió” (el barrio de mayor renta media de Xixón). Su portavoz aún denomina a la conocidísima plaza del Parchís como “Plaza del Generalísimo”. Y su representación legal ya ha advertido incluso “que sus denuncias son avisos a navegantes para quiénes legislen sobre la materia”.
La renaturalización del Piles, algo que goza de un amplio consenso social, científico y de sentido común se ha topado con otro eslabón de esta estrategia de contrahegemonía social en la villa gijonesa. El presidente del Grupo Covadonga, Antonio Corripio, se ha erigido como el defensor acérrimo del anillo navegable. Escuchándole en sus declaraciones parece que el Piles fuera de él. En cierta medida, durante mucho tiempo, la institución que preside se creyó dueña de al menos una parte del río. Y ahora cuando sus intereses económicos privados se ven en peligro por el interés general se desatan sus más bajas pasiones. No es ningún secreto las intrigas palaciegas que Corripio articula contra la concejalía liderada por Aurelio Martín. Con más complicidades de las que se podrían esperar no ya en el bloque conservador sino en muchos sectores del PSOE. Flaco favor le hacen al alma progresista de esta ciudad, que supuestos “socialistas de carnet y militancia” jueguen con quienes no se equivocan cada cuatro años al depositar el voto.
Muro y Piles. Dos batallas culturales que lejos de ser meros debates, determinan en un sentido material el modelo de ciudad al que quiere aspirar a ser Xixón. Dos luchas impulsadas por sectores que históricamente han controlado importantes «centros de poder» de la ciudad que van mucho más allá en el «coches por el Muro o piraguas en el Piles».
¿Quiere esto decir que si no estás a favor de decisiones del Ayuntamiento o del rumbo que toman los grandes proyectos de Xixón formas parte de esta alianza de intereses conservadores? No. Yo mismo he estado en contra de algunas decisiones municipales. Pero no seamos ingenuos. La articulación social, económica y política de la margen derecha de Xixón es un hecho y todos somos objetivos de su campaña.
Y como nada es casualidad en la villa de Jovellanos, el desembarco del grupo Orlegi hace aumentar la apuesta. Este conglomerado empresarial que ha decidido comprar el Real Sporting ya está demostrando que no ha venido sólo a rescatar el proyecto que había dejado muy tocado la gestión de Fernández y sus directivas. Su proyecto «Asturias 2030» ya va camino del entrar en el hall de los grandes «pelotazos» si logra los apoyos necesarios. Y Alejandro Irarragori no parece ser de los que se rindan fácil o de los que renuncien a influir más allá del palco del Molinón o las oficinas de Mareo.
En definitiva, son varios y profundos los elementos que hacen que el cambio de ciclo en la ciudad tome forma. El sentido común gijonés se articula en base a muchos puntos de vista. Partidos, medios de comunicación, sindicatos, movimiento vecinal, organizaciones empresariales y de comercio, tercer sector y pequeños grupos de presión. Si en 2019 ese movimiento generó un importante cambio político y social en Xixón, en 2023 se corre el riesgo de que ese ciclo cambie. Las herramientas de construir hegemonía han operado con mayor fuerza desde el fin de la pandemia y las maquinarias sociales están a pleno rendimiento. La margen derecha de Xixón ya pone rumbo a 2023.